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El vino es siempre una sorpresa pero al que aquí nos referimos es más que eso, es una entelequia. Ni siquiera tiene nombre, aunque sí padres reconocidos. Será el producto de la reciente y feliz unión -por cuatro años- de la Bodega Viña Villabuena y el enólogo Mariano García. Será el primer hijo riojano de este padre tan fructífero en la Ribera de Duero. Mariano seguirá en Mauro, en el desembarco en Toro y en otro proyecto muy importante, aún sin desvelar, en la Ribera, pero ha acudido a la llamada de Gonzalo Antón para elaborar un “vino de autor” que se sume a los Viña Izadi. Bajo su batuta ya han seleccionado la uva Tempranillo de esta vendimia y vigilan parcelas de Cabernet que aún están en la cepa. Porque, según sus palabras “lo primero es tener la mejor uva”. No prevé grandes cambios en la bodega ya que cuenta con instalaciones satisfactorias y un buen equipo humano, pero sí, en busca de la calidad, incorpora una mesa de selección donde las operarias, armadas de tijeras, van eliminando cualquier grano indeseable. El resultado no está diseñado, “la pauta la marcará el propio vino, es él quien indica el ensamblaje exacto y el tiempo que requiere en barrica. Y no hay milagros, todo depende de la uva y solo de ella”. Sin embargo no puede ocultar su propio gusto, el vino ideal. “Un tinto opulento, graso, goloso y pleno, pero que no canse. Con barrica y botella, pero no viejo.” Se siente cómodo en la Rioja, una zona que ha sido la primera y donde hay un poso contundente de viticultura, de empresa y todos los ingredientes para ampliar la línea clásica, tal como ya vienen haciendo algunas bodegas. Tiene allí, además, un buen puñado de amigos profesionales “de toda la vida, de cuando en la Ribera éramos solo dos enólogos y nos sumábamos a la asociación de los riojanos, a nuestros compañeros de estudios”. La gestación está en marcha, la curiosidad, servida.