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La familia al completo

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

Tres generaciones de vinos conviven bajo el techo acogedor del hogar de la Rioja Alavesa aunque, como ocurre en una familia tribal y extensa, generación no significa necesariamente edad sino categoría, y, a menudo, tíos y sobrinos comparten cuna, juegos y porvenir. Aquí la generación joven está representada por los “vinos de cosechero”, los tintos del año que, en contraste, son las elaboraciones más históricas y tradicionales de la zona, incluso las más arcaicas, las que elabora artesanalmente el viticultor con sus uvas, con el saber, la personalidad y los truquillos aprendidos en su casa, con las peculiaridades de cada familia, transmitidas generación tras generación. Nacieron así, como vinos de casa, de diario y de chateo, suaves de alcohol y con un marcado y diferenciador paladar. Sin embargo, su naturalidad se convirtió en un atractivo añadido para el viajero que tenía la suerte de conocerlos, y su selección personal, entrañable y directa, pasó a formar el fondo anual de bodega en las regiones vecinas, en los hogares donostiarras o vizcaínos, en las sociedades gastronómicas de todo el país vasco.
La peculiaridad de los vinos de cosechero es producto de su elaboración especial, con un primer paso conocido como maceración carbónica. Los racimos recién vendimiados se dejan macerar unos días -hasta una semana- en grandes depósitos que antes eran balsas descubiertas y ahora, generalmente, tinas de acero cerradas. Allí, el mosto que escapa de las uvas rotas por la simple presión fermenta espontáneamente, y el carbónico que desprende provoca dentro de los granos enteros una fermentación sin oxígeno que extrae sabores y aromas muy intensos y frutales.
Hace años que los nuevos cosecheros reproducen esa técnica con mayor cuidado, con instrumentos técnicos modernos y conocimiento enológico, y así, sin perder carácter, aquellos vinos sin etiqueta se han afianzado como marcas prestigiosas que en cada cata anual se colocan en los primeros puestos de tintos jóvenes.
El grupo adulto de la familia está compuesto por tintos de crianza, de buena crianza, ya que es en la Rioja alavesa donde el vino español inauguró la fórmula de envejecimiento -o mejor, educación, refinamiento- en esa selecta escuela que son las barricas de roble. La fórmula llegó hace siglo y medio, como una exquisitez importada de Francia y de manos de grandes maestros enólogos. En un primer momento encontraron aquí las condiciones idóneas para reproducir “su” estilo que, a la vez, era el favorito del gran mercado británico pero, con el tiempo, el “claret” ganó color y la madera impuso su sello de modo que nació un estilo propio, el inconfundible y clásico sabor Rioja. Pero también éste va evolucionando y las grandes marcas de reservas tienden a crianzas más cortas con el aporte de roble nuevo o de combinación de robles diferentes, frente a las tradicionales muy prolongadas en barricas añejas.
Entre los bodegueros alaveses más inquietos ha surgido una poderosa inquietud por el vino de autor, de “château”, la del creador que sigue su obra desde la materia prima, desde la uva exclusiva de viñedos propios, hasta el diseño de las etiquetas. Han nacido así vinos muy diferentes y muy personales, tragos que reflejan el tratamiento de cada variedad, la elección del momento de vendimia de cada pequeña parcela, el cuidado de la recolección y, en esa primacía de la madre uva, la distinción de las características de cada añada.
Como ejemplos de esta familia bien avenida se podrían citar los vinos de Martínez Bujanda y, muy especialmente, su “Vendimia Seleccionada”, un gran vino muy actual, de color cereza bien cubierto, con aromas intensos a buena madera y gran frutosidad que se completa en la boca con el paladar amplio, la carnosidad, los taninos dulces y pulidos. Una muestra de lo que es capaz de hacerse en esta subzona riojana.
Y para château”, Contino, la aventura alavesa de CUNE, que ha sido capaz de elaborar un soberbio vino con la variedad autóctona Graciano, hoy muy minoritaria pero en período de franca recuperación. Tiene esta uva una peculiar forma de armar el vino, con una notable acidez que permite largas crianzas, la riqueza en polifenoles, y la singularidad aromática, que aporta la “gracia” -de ahí su nombre- de los mejores vinos de Rioja. Y así lo manifiesta este vino de increíbles aromas a frutillos del bosque encerrados en una madera elegante y noble.

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