- Redacción
- •
- 1999-05-01 00:00:00
Son muchos los factores que influyen en el vino. La tierra, el cielo, la uva, el tratamiento de las cepas, la selección, la elaboración en cada uno de sus cien pasos y detalles, la tecnología, la calidad de la bodega, el tiempo que lo transforma como a cualquier ser vivo, del nacimiento a la muerte; los árboles y el suelo de donde procede la madera de su cuna-barrica, la forma de cortarla y serrarla, el color y el tamaño de las botellas, la elasticidad de los corchos, el transporte de las botellas, el clima de la ciudad donde se distribuyen, el lugar donde se guardan en la tienda, en el restaurante, en casa; la ocasión en que se abren, la copa en que se toman y hasta el conocimiento y la labia de quien las sirve...
Pero hay más. Cuando una zona y cada una de sus bodegas y todos los distribuidores y degustadores tienen bien sabidos los pasos que les corresponden, cuando la tradición ha afianzado unos vinos y su reconocimiento, como es el caso de estos cargados de historia en la Rioja Alavesa, sopla un viento que obliga a mudar la dirección de las velas y a reorientar las brújulas. Es el viento del cambio. ¿De dónde procede? ¿De dónde esa fuerza para conmover sólidos cimientos, para dividir lo monolítico, para crear facciones entre lo comprobado y lo azaroso, entre la tradición y la innovación?
En la Rioja Alavesa, donde está en juego una fama bien ganada, un prestigio popular y de élite muy consolidado, los vientos han soplado de dirección variable. Por un lado, la incorporación a la Comunidad Europea ha obligado a adaptar la agricultura, y con ella la viticultura, a normas más amplias y generales, ha transformado el mapa y las posibilidades de producción, con la inevitable repercusión en los precios de la uva. Por lo que toca al comercio, tanto la ampliación del mercado exterior hacia esa Europa como el reconocimiento de los vinos españoles en mercados tradicionalmente inmovilistas y en los emergentes ha obligado a estudiar las tendencias del gusto en el mundo, y así las bodegas agresivas y competitivas tienen como libro de cabecera los textos y calificaciones de la crítica internacional para codearse, en igualdad de armas, en concursos y mercados.
Pero hay más... El sector bodeguero de Rioja Alavesa es un reflejo del devenir económico del país; la oferta solo puede basarse hoy en la profesionalidad, la inversión, la investigación y la promoción; en el concepto sólido y serio de empresa; y eso ha modificado también el mapa socioeconómico de la zona.
Todo esto no son fríos datos técnicos que interesan a los especialistas. Todo esto, como la tierra, la uva, la madera... es lo que influye en la copa, en el trago. Y ahí se refleja por igual en los elaboradores que defienden el gusto tradicional, histórico, reconocible y famoso, y en los innovadores capaces de convertir el vino de cosechero en copa de alcurnia, en los que ponen el acento en la selección del grano y en los que encuentran en la madera la personalidad, el símbolo inconfundible de la zona. Y es que aquí, con la base de la naturaleza inmejorable, con el poso de la herencia y con el impulso del nuevo genio y la creación, caben todos los estilos. Vinos variados y diferentes para complacer todos los gustos porque, en el fondo del gusto, lo que complace es la calidad. Y esa está garantizada.