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La mujer y el vino en la Grecia clásica (I)

  • Redacción
  • 2000-11-01 00:00:00

Desfigurada y ausente, como en otras muchas ocasiones, había quedado la mujer en un artículo sobre el vino en Grecia. En el symposion, como acto supremo griego de beber el vino, el hombre se reserva, en exclusividad total, su participación. Las mujeres no tienen un lugar asignado si no es el de ser meras acompañantes que hacen posible el buen funcionamiento del symposion, bien como compañeras de placer, sirvientas o músicas. Así se nos representa en casi todas las escenas que aparecen en los vasos para beber (copas, escifos y cántaros).
No obstante, existen escenas inquietantes, y no de fácil interpretación, que parecen desdecir este esquema de ver la situación de la mujer en Grecia. Es, pues, necesario retomar con visión nueva alguno de estos vasos para situar con cierta justeza el papel de la mujer ante el “placer” y ante otras formas de vida femeninas.
Una prueba esplendorosa de lo dicho son las imágenes de este vaso del Museo Arqueológico de Madrid. Dos mujeres en actitud distendida, relajadas, que aúnan dos placeres máximos: beber y escuchar música. La de la izquierda toca el aulós, tiene las piernas cruzadas que contactan con el cuerpo de la otra mujer que le ofrece la copa y le dice: “pine kai su” (bebe tú también).
Desnudas completamente, se ofrecen, a través de la música y el vino, a ser ellas mismas el objeto del placer. No hay banquete, no existe ningún objeto que denote desenfreno dionisíaco. Es el placer puro del contacto corporal que simboliza la pierna izquierda buscando lugares recónditos, en un entreveramiento pausado con el gusto y el oído.
Aquí no existe esa falsa ambivalencia que se nos muestra de forma continua en muchas de las figuras masculinas de otros vasos, que tratan de travestirse en sátiros o mujeres.
Aquí son mujeres sin un espacio social determinado, pero que saben verdaderamente gozar, y aprecian, sin ninguna clase de acompañamiento social, la dignidad del placer puro y desnudo.
El problema reside, ahora, en tratar de situar esas mujeres. Esta es la gran cuestión. No hay, por las noticias que tenemos de la vida cotidiana en Grecia, un espacio doméstico, y menos aún público, en el cual asentar estas dos mujeres; no hay espacio social posible que sitúe el recrearse de mujeres ante la bebida.
Se puede pensar en una simple recreación pictórica, desgajada de cualquier tipo de referencia a la realidad, pero también cabe pensar que ese soterramiento mental y material de la vida de las mujeres, no por ser aceptado en su conjunto, deba, sin embargo, ser admitido sin antes someterlo a toda una batería de contrapruebas que están bastante bien reflejadas, tanto en pinturas como en textos.
Sin duda hay que volver a releer e interpretar textos como este de Aristófanes en su Lisístrata: “Demóstrato decía que había que reclutar hoplitas de Zacinto, y su mujer, achispada y subida encima del techo, decía: ‘lamentaos por Adonis”.

Carlos Iglesias

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