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El pasado mes de octubre ha sido muy intenso en actividades para Slow Food. El Movimiento Internacional por la Tutela y el Derecho al Placer se reunió en la ciudad italiana de Bolonia, y contó con la presencia de más de 600 personalidades escogidas por su competencia y representatividad en los campos de la información, la alimentación y el gusto. ¿El motivo? La concesión, por vez primera, del Premio Slow Food. Este galardón va destinado a aquellos que cotidianamente se distinguen en promover y enriquecer, en cualquier rincón del mundo, el patrimonio de especies y productos agroalimentarios, de sabores y saberes. Un premio que se asignará cada año, en una ciudad diferente, a seis proyectos elegidos entre múltiples propuestas. Entre los galardonados en esta ocasión, que recibieron 10.000 Euros, y la consecuente y segura divulgación mundial de sus actividades, se encontraba el español Jesús Garzón, defensor de la trashumancia y las cañadas reales en nuestro país, así como animador de una granja dedicada a especies amenazadas de extinción. Paralelamente a este acto, abría sus puertas en Turín el III Salón del Gusto, organizado también por Slow Food. Una cita internacional muy importante para los amantes de la enogastronomía de calidad. Una muestra gastronómica que ha sabido desmarcarse de lo estrictamente comercial al uso. Es, en efecto, una manifestación abierta, popular, en la que al gozo de pasear por un mercado callejero pleno de aromas, colores, sabores, entre muchos de los más cualificados artesanos y productores de gastronomía europea y mundial, se unió la posibilidad de participar en alguno de los trescientos Laboratorios del Gusto, disfrutar de los más de 2.500 vinos reunidos en una monumental enoteca, asistir a conferencias impartidas por autoridades mundiales (con gran éxito la de este año, de Ferrán Adriá), o deleitarse en cualquiera de las más de cien cenas preparadas por los más importantes chefs internacionales, entre ellos cinco españoles este año. Todo un placer.
