- Redacción
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- 2002-10-01 00:00:00
A Navarra han llegado tiempos de innovación. La tradicional tierra de los mil vinos, la Navarra profundamente vinícola y gastrónoma, ha experimentado un cambio espectacular en los últimos años. Aunque, como toda zona viva, se debate entre la punta de lanza de sus “vinos de autor” y la elaboración masiva de las cooperativas, que fundan sus fuerzas en la elaboración del vino rosado, o de tintos jóvenes que en estos momentos están en pleno apogeo. Posiblemente todavía falte un equilibrio que compense el esfuerzo dejado por aquellas bodegas que llevan años tratando de colocar sus productos en lo más alto de la enología europea, frente a aquellas cuya existencia se justifica casi como una ayuda social. Evidentemente es un discurso distinto que más tarde o más temprano hace saltar la polémica en toda zona vitivinícola. Otro cariz, éste de tipo legalista, es el de Bodegas Guelbenzu, uno de los puntales más sólidos de la zona: con el único pensamiento de elaborar vinos de calidad se ha salido del amparo que supone la contraetiqueta de la Denominación de Origen. Decisiones de tanta monta no se toman a la ligera. ¿Qué ha sucedido? Sencillamente falta de fe en la Denominación de Origen. Y ante la disyuntiva que planteaba la cosecha de las nuevas viñas adquiridas en Aragón, han preferido seguir en el mercado como marca.
Diverso universo
Una tierra privilegiada, con un microclima distinto a cada paso, con las variedades de calidad que atesora, debe, por fuerza, dar unos productos tan variados y originales que acaparen todos los nichos del mercado. Y en nuestra cata habitual hemos constatado la diversidad de vinos que esta tierra ofrece. Nos hemos centrado en los tintos, los blancos, para mí los grandes desconocidos, porque entre ellos se encuentran grandes chardonnays, y los vinos dulces de Moscatel, otro gran potencial. Los vinos rosados, con ser un referente de calidad y confianza de la D.O., no tienen cabida en nuestra cata, pues en esta época del año no están ya precisamente en lo mejor de su corta vida. Mejor será esperar a la nueva cosecha de rosados que se está gestando en la oronda panza de los depósitos, cuyos sabores y aromas recién “horneados” pronto nos darán muchas satisfacciones. Los tintos, con base de Tempranillo, Cabernet, Garnacha y Merlot, han dado un avance espectacular. Sin duda la medida tomada por el Consejo Regulador de limitar la edad de la barrica en uso a un máximo de siete años contribuirá a eliminar indeseables, y a menudo frecuentes, aromas de madera vieja. Se han alcanzado logros como la recuperación de la Moscatel de grano menudo, un lujo de uva que desgraciadamente estaba a punto de desaparecer. Hoy recuperada gracias al esfuerzo de algunas bodegas, como Chivite, Ochoa, investigador tenaz, Piedemonte, y, sobre todo, Camilo Castilla, que ha aguantado durante los años duros en los que el vino dulce tenía mala prensa (era “cosa de mujeres”) con su Capricho de Goya, precisamente todo un capricho.
Las joyas de la corona
Así se deben nombrar a los vinos de vanguardia de Navarra. Y son muchos ya los que se cuentan entre lo mejor de España. Como los magníficos vinos que Chivite elabora en Arínzano, los “Colección 125”, tanto el blanco como el tinto, además del vendimia tardía, uno de los dulces más originales. Ochoa, que elabora diversos tintos además del Moscatel. Bodegas Magaña, pionero en la plantación de variedades foráneas, principalmente la Merlot, ha vuelto a sacar nuevas elaboraciones al mercado. Un interesante Finca La Sarda, de Merlot, su plato fuerte. Pero, atención: una nueva estrella parece que quiere ocupar los puestos de prestigio en la D.O. Navarra. Se trata de Alzania, de José Manuel Echeverría y María Sáez de Olazábal, ¡qué buena visión de vino moderno! También Marco Real se adentra en el mundo del tinto con buena visión. Hay que felicitar también a Víctor del Villar, responsable de Monjardín, sobre todo por la capacidad de trabajo que ha demostrado. Buen nivel alcanzan los vinos de Ambrosio Velasco (Palacio de la Vega) y Parraldea (Fidelius). El Palacio de Otazu se elabora en una de las bodegas más originales y bellas de España, y su espléndido blanco confía mucho en la crianza prolongada en botella. Nekeas también elabora un chardonnay de lujo, al igual que Palacio de Muruzábal. Es de resaltar el mérito de las cooperativas como Orvalaiz, o La Virgen Blanca, que elabora año tras año un rosado espectacular y unos tintos varietales modernos. Se ha observado un cambio espectacular en los vinos de Señorío de Sarría. Pero también hay savia nueva venida de otros lares, de Rioja concretamente. Faustino Martínez y Juan Carlos Lacalle (el de Artadi) aportan tintos muy interesantes. Todo ello demuestra que Navarra es tierra de grandes vinos, con la utilización sin complejos ni censura de todo varietal que demuestre buena aclimatación, autóctono o foráneo: una selección natural que solo atiende a los gustos del mercado.