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El silencioso placer del cava

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

No hay cosa que más desazone al escritor gastronómico que repetirse invariablemente todos los años cuando se acercan las fiestas navideñas y toca hablar del cava. Comprendo que las fiestas anuales por antonomasia reclamen la presencia de nuestro entrañable espumoso natural. No es imaginable un brindis por el nuevo año sin el explosivo burbujeo, la espuma desbordada, el cosquilleo de un vino portentoso capaz, como exclamó el genial dom Perignon, de hacerte beber las estrellas. Así pues, bendita ocasión esta en la que los españoles trasegamos de una tacada casi el 50% de la producción cavista, que no es poca, ya que somos el segundo productor mundial de espumoso natural elaborado por el método tradicional, eufemismo obligado del “champenoise”. No pretendo, por tanto, ser original, lo que a estas alturas -seis años desde la aparición de MiVino- resulta imposible. Pero sí me gustaría, sin que esto se entienda como el berrinche de un aguafiestas, reclamar para nuestro cava un consumo menos estacional, o, como se dice ahora con notable despropósito, menos “puntual”. Sigo sin entender cómo es posible que un país como el nuestro, mediterráneo, soleado y cálido, cuando no tórrido, no se consuma cava en los meses calurosos, lo que es tanto como decir casi la mitad del año, hasta enlazar con la invernal navidad. Razones para hacerlo hay muchas: es una bebida que debe tomarse siempre fría, que aporta al cuerpo un precioso líquido lleno de promesas placenteras, capaz de proporcionar ese plus de alegría y optimismo del que estamos tan necesitados. Claro que para que esto ocurra hay que superar antes muchos prejuicios y despejar pertinacees malentendidos. De todos ellos, el más arraigado es el que considera el cava como un pretexto, o un requisito, para la celebración. Se busca principalmente el taponazo, incluso a costa de agitar la botella para que el disparo sea más potente, como si de un cohete de feria se tratara. Luego se chocan las copas, se anuncian los buenos deseos, se bebe sin pensar... y !santas navidades! No es de extrañar que los cavas más vendidos en estas fiestas sean los de la gama baja, muchas veces ofertados a precios redículos. No tratro de censurar esta forma de tomar cava, pero me gustaría que, ya que vamos a brindar, aprovechemos la ocasión para adentrarnos en el mundo fabuloso de una bebida sugerente como pocas, capaz de ofrecer al bebedor cuidadoso y atento una gama de sensaciones arrebatadoras, donde los aromas sutiles de la crianza sobre lías se hermanan con el gusto, para entre ambos llevarte suavemente al paraíso. Y sin necesidad de hacer ruido.

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