- Redacción
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- 2002-12-01 00:00:00
Club del Gourmet
Me llamó desde la gasolinera de una autopista, camino de su casa, entre New York y New Jersey. Cuando sonó el manos-libres del coche yo también estaba en la autopista de circunvalación, en el atasco de camino a casa. Aquí y allí llovía la misma lluvia y nos arrastrábamos sobre el mismo asfalto y bajo el mismo cielo gris. Todo igual, todo diferente. ¿Será esto la globalización?
-Sí, los escaparates de la Quinta Avenida están preciosos, como cada Navidad. Me he vuelto loca comprando regalos y vestidos y caprichos, pero lo que de verdad necesito es una buena fiesta, una familia grande y esa locura de las uvas de fin de año que sólo existe en España.
-¿Tienes vacaciones? ¿Puedes venir? Te garantizo todo eso y mucho más. Yo también quería escapar pero me alegro de que me sirvas de excusa para reunir a todos, para cebarnos con exquisiteces y darnos un buen baño de sensiblería dulzona, de nostalgia. ¡Qué demonios! Un buen baño de amor a fecha fija, que también es muy gratificante. Te echo tanto de menos...
La recogí en el aeropuerto, estaba más guapa que nunca. Y aún más imparable. ¿Cansada? ¡Qué va! Por supuesto que me acompañaría a las últimas compras.
Trepamos a los taburetes de la barra del Club del Gourmet sin parar de contarnos, sin tiempo que perder. ¿Bourbon? No, Scotch, un malta, el más viejo Glenfidisch para acelerar la inmersión en Europa.
Y ahora sí, a hurgar las estanterías hasta que rebose la cesta de la nostalgia.
Los clásicos nunca mueren Lo primero, por supuesto, es el turrón. Sólo gustos clásicos y elaboraciones perfectas. Las tortas imperiales de 1880 en lata, que son un milagroso y crujiente encaje de pura almendra; una barra de yema tostada de Pablo Garrigós. Sí, claro, el turrón también es típico de Cataluña, incluso presumen de haber inventado el “torró”. El cremoso Jijona lo llevaremos de Don Enrique, tiene la ventaja del pulcro envase en porciones. Y tiene también unos pasteles de gloria con un tacto que, más que a la gula, invitan a la lujuria. Los mazapanes del Club del Gourmet, tostaditos en su punto, son un bocado más ligero de lo que aparenta y, para completar el ritual y la golosa memoria infantil, no pueden faltar las almendras de barquillo rellenas, y las peladillas y piñones de Carremi. Y su turrón de Alicante de tableta fina, que se parte sin necesidad de hacha, sierra o martillo.
Claro que habrá que comer algo antes de las golosinas, ya encargué por teléfono la pularda, es más tierna y jugosa que el pavo. En el otro paquete están las salchichas para el relleno, dátiles, ciruelas, pasas de Corinto sin pepitas y de Málaga para pura golosina. Te prometí un menú típico y racial pero te aseguro que aquí ya está asimilado para Nochevieja un aperitivo de nuevos ricos sin fronteras, con caviar iraní, el salmón ahumado del Club, cangrejo ruso como el Chatka 100% patas y foie gras de oca, por ejemplo éste entero de Lafitte.
Pero en Nochebuena empezaremos con un jamón excepcional, o mejor dos, el Jabugo 5 Jotas de Sánchez Romero, y el Guijuelo de Joselito, un punto más dulce. Sí, ya sé que es un pecado. Mas bien dos. Aligeraremos la comida de Navidad con refrescantes espárragos navarros artesanales, pelados a mano, y una menestra de verduras al natural de Serrano, por la variedad y por no trabajar: hay que respetar el día de fiesta y de resaca.
Las bebidas ya están en casa, te vas a quedar asombrada de cómo han mejorado los vinos en España desde que te fuiste. Tenemos dos tipos de cava de Gramona, Agustí Torelló, Champagne Roederer, unos milagrosos magnum de Les Terrases y Quercus y Remírez de Ganuza blancos Guitián, Pazo de Señorans, Fransola y Milmanda para picoteos a deshora... Y este magnum de Bollinger para ti y para mí, para brindar un rato largo, cuando no haya nadie.