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Sin tristeza y sin un rotundo adiós, Antonio Siguero, propietario de una de las vinotecas más emblemáticas de Madrid, se retira, eso sí, poco a poco. Han sido muchos años de esfuerzo, de trabajo, casi toda su vida, en ese pequeño rincón de la calle María de Molina, número 70, donde “he vivido esperanzas y emociones, siempre mirando hacia delante y hacia arriba”, afirma en su carta de despedida. Pero con él, indica, hay motivos de celebración porque ha conseguido la continuidad. Gregorio Rodríguez, el padre de sus nietas, sigue lo comenzado, “confío en él plenamente y sé que va a seguir y mejorar las normas, que añadirá nuevos valores y respetará lo esencial del trabajo anterior”.