- Redacción
- •
- 2003-02-01 00:00:00
Hablar de vinos en Castilla-La Mancha es mentar una enormidad. Aquí todo es grande: el mayor viñedo del mundo, más de la mitad del vino elaborado en nuestro país, gigantescas cooperativas con stocks millonarios, desbordados graneles capaces de anegar las áridas tierras mesetarias... Grandes problemas y grandes posibilidades. La mayor dificultad con que se enfrenta esta histórica región vitivinícola estriba en que la enormidad se percibe como un todo homogéneo. Aquí, las apabullantes magnitudes de vino y viñedo crean una sensación falsa de unidad. El bosque no deja ver los árboles, cuando son los árboles los que marcan el futuro. Esta uniformidad viene determinada por sus características más definitorias como región: peso de D.O. La Mancha que imprime carácter al conjunto en detrimento del resto de las D.O. como Valdepeñas, Méntrida, Manchuela, Mondéjar, Almansa y la parte castellano-manchega de Jumilla; predominio del viñedo blanco, gran parte de cuya producción se destina a la “quema”; peso cuantitativo de los graneles; comercialización mayoritaria del vino joven y barato; práctica habitual de la mezcla frente a la selección; estructura cooperativista de las bodegas más importantes. Frente a este panorama de difícil manejo, existe una política decidida de cambio basada en la discriminación, en la selección, en la diferencia que permita aflorar las grandes posibilidades vitivinícolas castellano-manchegas. Los síntomas son esperanzadores. De hecho, la realidad está cambiando más rápidamente que su percepción: fase avanzada de reconversión de viñedo hacia el tinto y los varietales nobles; grandes inversiones tecnológicas y creación de un impresionante parque de barricas para la crianza; contratación generalizada de nuevos enólogos con amplia visión y experiencia en vinos de calidad; incremento constante del vino embotellado; creación de nuevas D.O. como Ribera del Júcar y Vinos de Pago, con la consiguiente aparición de un nutrido grupo de vinos de gama alta a buen precio; reforma y reestructuración de las cooperativas más dinámicas. El resultado se refleja en un aumento generalizado de la calidad de los vinos castellano-manchegos, como evidencia la cata exhaustiva realizada para este número especial. Los árboles, finalmente, comienzan a mostrar su singularidad y excelencia.