- Redacción
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- 2003-07-01 00:00:00
E l período estival, con su secuela de calores tórridos, ensaladas, raciones de pescaditos fritos, y proliferación de ruidosas terrazas, propicia un consumo desaforado de bebidas frías, desde el refresco de cola a los zumos de frutas, pasando por los granizados, limonadas, la horchata, incluso el agua mineral. Y entre todos reina la cerveza, que hasta ofrece una variedad “ice”, la única en la que está justificada la aberración de la copa helada. Uno pensaría que nuestros vinos blancos, cada año mejores y más variados, tendrían también su “agosto”. Desgraciadamente, aunque su consumo aumenta, lo hace con la modestia del segundón. Parece que los calores no solo aligeran la ropa, sino el gusto de los veraneantes, que se conforman con cualquier “vinillo”, a ser posible barato, con tal de que lo sirvan suficientemente frío como para que pierda su carácter y compita, siempre en desventaja, con los refrescos. Y si se recurre a los vinos prestigiosos, el precio puede resultar prohibitivo, las condiciones de conservación cuando menos dudosas, y casi nunca la ocasión resulta suficientemente propicia. Comer ligero, generalmente fuera de casa, en el chiringuito o restaurante económico, no propicia la elección de un vino de calidad. Existe el recurso de la popular “sangría”, que bien elaborada puede resultar una bebida refrescante y reconfortante. Sin embargo, aquí el desaguisado es norma, el producto, infame, y el atraco, seguro. Bebida para turistas con poco dinero y peor gusto. Pero existe todo un mundo de vinos blancos jóvenes que soportan bien las bajas temperaturas de servicio sin perder por ello sus rasgos característicos. Buscarlos, encontrarlos y disfrutarlos es la aventura estival que les proponemos. Porque las vacaciones de verano pueden ser la ocasión para investigar, descubrir, o, por lo menos, interesarse por el vino del lugar, casi siempre de circulación restringida, que en todos los rincones de España existe, generalmente difícil de encontrar fuera de su ámbito provincial o autonómico. Las sorpresas pueden ser muy agradables, porque existen, diseminadas por toda España, muchas en zonas cercanas a la costa, como los blancos gallegos, vascos, catalanes, valencianos, andaluces, canarios o baleares. Excelentes para un verano de vino y placer.