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Trigo y paja
¿Qué tienen en común un Pétrus de 1.000 euros la botella y un rosado del Languedoc de 2 euros? El sello AOC. La Appellation d’Origine Contôlée supuestamente debe garantizar una calidad del vino especialmente elevada, que distinga sus vinos de los vinos del país y de los vinos de mesa. Pero ¿realmente el 50 por ciento de la producción vinícola francesa es digna del sello AOC? Según el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen Protegidas (INAO), no es así. Por ello, los productores han de decidirse pronto: ¿desean producir “vinos de ensueño” con una alta pretensión de calidad y rigurosas reglas de producción, o bien “vinos divertidos” para la vida cotidiana, para los que se pueden permitir cosechas más abundantes e incluso chips de roble? Para esta nueva familia de vinos se ha creado el sello de calidad AO, que sencillamente significa Denominación de Origen. Para 2007, todas y cada una de las 450 AOC de Francia deberán decidirse por una de estas categorías. Las que se sitúan en el segmento intermedio, tanto por la calidad como por el precio, serán las que lo tengan más difícil.