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¿Su vecino se entusiasma con aromas de café, cuero y trufas, pero usted sólo huele a tierra mojada? ¿Arruga la nariz con desagrado por percibir notas herbáceas en el vino blanco mientras que usted siente deliciosos aromas frutales ascendiendo por la nariz? Es posible que la razón de estas diferentes apreciaciones sea genética. Investigadores de la Universidad Rockefeller de Nueva York han experimentado con 400 personas, a las que pidieron que olieran 60 aromas diferentes, para posteriormente comparar sus reacciones con el perfil genético de cada uno. El resultado: pequeñas diferencias en la expresión del gen OR7D4 afectan decisivamente al sentido del olfato. Un ejemplo sorprendente: una parte de los candidatos describe la androsterona, una hormona de atracción sexual masculina, como “desagradable hedor a orina”, y otra parte como “agradable aroma de vainilla”. Moraleja: en la cata de vinos no existe lo verdadero o falso. Y si usted se siente más atraído por otro u otra comensal que por el vino que tiene en la copa, ahora ya sabe por qué: todo es genético.