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Pascal Delbeck, enólogo asesor de la bodega ribereña Abadía Retuerta, ha revivido una olvidada tradición gastronómica que nació en el siglo XVI, Los rubís de Valentine. Se trata de sales que toman color y aromas de vino, tal como ocurría en el puerto de Liburne, donde los toneles que habían trasportado vino se empleaban posteriormete para sal. Valentine, la tabernera del puerto, ideó con ese condimento fallido espléndidas recetas.
Las sales actuales proceden de las salinas de las Isla de Re y se visten de gala en preciosas botellas de 320 gramos (12,50 euros) y en frascos de 80 gramos (4,50 euros), de cristal trasparente, donde lucen los sorprententes tonos rubí o granate. Por un procedimiento secreto vienen aromatizadas con especias y con los vinos varietales de la bodega, de modo que enriquecen los guisos y platos con sorprendentes sabores. Por ejemplo, la de Tempranillo de sus cepas más viejas evoca, como el propio vino, notas de fresa, regaliz y una profundidad mineral