Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).
Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.
Dom Ruinart está de fiesta: su cuvée superior cumple 50 años. Barbara Schroeder y Rolf Bichsel estuvieron en la fiesta de cumpleaños y hacen balance.
Ruinart está considerada como la joya de las casas de Champagne del grupo de artículos de lujo LVMH, y también como la más discreta. La cuvée superior Dom Ruinart (en memoria del monje benedictino del mismo nombre, tío del creador de Ruinart, Nicolas Ruinart) se embotelló por primera vez en 1959, es decir, 230 años después de la fundación de la casa. Sólo se produce en los mejores años, se elabora únicamente con Chardonnay y madura hasta unos 10 años en la bodega.
Este jubileo brindó al enólogo jefe, Frédéric Panaïotis, la oportunidad de romper su discreción habitual. Logró reunir casi milagrosamente algunas de las añadas más interesantes de Dom Ruinart (milagrosamente, porque sólo una pequeña parte se guarda en las bodegas de Reims; las añadas más antiguas las tuvo que conseguir el jefe de bodega a base de trueques con algunos coleccionistas o pujando en subastas) y las cató con un selecto número de especialistas. Entre otras cosas, el objetivo era demostrar que la Cuvée Dom Ruinart merece un puesto en el firmamento de los más grandes vinos de la Champagne (junto a Dom Perignon, Krug, Roederer Cristal y Bollinger R.D., por ejemplo). El experimento fue un éxito. Añadas como la de 1964 (nariz de amontillado, todavía asombrosamente jugoso), 1969 (seco), 1971 (denso y con casta) o 1979 (nervio y carácter) ilustran que un Dom Ruinart puede madurar durante años, incluso después del degüello. Entre los vinos de maduración media, los que más gustaron fueron el de 1985, decadentemente especiado y cremoso, y el denso y vigoroso de 1990. Pero también las cosechas de 1982 (con el brillo y los aromas de un Sauternes) y 1981 (armónico y delicado) todavía se presentaban lozanas y vigorosas. La de 1993 sigue siendo la mejor cuvée de champán de esta añada, que por lo general fue de calidad media, y la exquisita de 1996 es, hasta la fecha, el mejor Dom Ruinart del mercado.