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Imaginativo, tenaz y brillante , el vinicultor o “winemaker” Joan Milá nos ha dejado en suspenso, con el doble dolor de la pérdida inesperada. Fue el bodeguero enólogo responsable de la secular masía familiar, Mas Comtal, junto a su hermano Albert, y asesor de un puñado de bodegas, padre de innumerables grandes vinos, incluso capaz de elevar los denigrados rosados a la categoría de obras de arte. Desarrolló su labor, su pasión, con un talante didáctico que rebasaba su función como profesor y el espacio de las aulas la Granja Escuela de la Diputación, en el Instituto Agrícola del Priorato y en la Escuela de Enología y viticultura Mercé Rosell i Domenech, en Sant Sadurní d´Anoia. Nuevos enólogos y nuevos vinos son su obra y no solo en el Penedés sino en Alella, el Lérida, en Tarragona, en Extremadura.... Nacido en 1943 en una familia de tradición vinícola se formó como Ingeniero Agrícola especializado en Viticultura y Fermentaciones. Entró en el departamento de Viticultura y Enología de la Diputación y vio cómo ésta se transformaba en el INCAVI, dependiente de la Generalitat.
Mejor que cualquier necrológica es sacar a relucir, sacar brillo, a los merecidos elogios que le dedicó en vida, hace ya un puñado de años, el cronista Juan Capel:
“A su lado uno encuentra abrigo, se siente relajado y en paz entre la vorágine de idas y vueltas, catas y conferencias, saludos y encuentros que atender, notas que recoger y recordar. Por fuera se diría que es todo humanidad. Por dentro su discurso, pausado y reflexivo, expresa una sabiduría y experiencia del vino de dimensión antropológica. Si se me permite la bella imagen del piropo que Neruda dedicase a nuestro inolvidable Miguel Hernández, diría que Joan huele a cepa y terruño.”