- Redacción
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- 2008-01-01 00:00:00
De ahí a lo máximo que podéis aspirar es a obtener un buen chacolí”. La socarronería de los navarros se cebaba con el equipo que proyectó la viña y la bodega en la finca del Señorío de Otazu. “Demasiada humedad para plantar vides”, argumentaban, porque la finca se encuentra en una preciosa zona de Echauri, un valle abierto y verde, a muy poquitos minutos de Pamplona. Pero de aquellos comienzos, ya hace más de veinte años, a hoy se ha edificado la impresionante bodega (una de las más bellas de España), se ha recompuesto el magnífico palacio y se ha asentado definitivamente la viña. Y las uvas que se obtienen son de gran calidad, alcanzan fácilmente los 13º y llegan a algunos más si la ocasión lo requiere. Con ellas se elabora una gama de vinos muy bien cuidada, blancos de finos aromas y tintos diversos. Y es que hace tiempo que aprendieron a distinguir y manejar cada una de sus parcelas, cada viña e incluso cada cepa. Una pequeña parcela en concreto, tierra de extrema sequía y de abundantes cantos rodados, sostiene un Cabernet original, de uvas maduradas con bastante antelación con respecto a las demás. Se caracterizan sus cepas por dar una baya tan pequeña, tan concentrada, que los trabajadores la bautizaron como “la parcela de los perdigones”, y, por la guerra que les da (varios racimos y muy pequeños en cada cepa), se supone que no con excesivo cariño. En 2003, el enólogo decidió que merecía la pena elaborar aparte los apenas mil kilos que se recogían, investigar en esa excelente materia prima, llevarla al límite de resistencia, tanto en largas maceraciones -hasta un mes- como extremando la crianza en barricas de roble nuevas. Hasta 18 meses aguantó en su lujosa cripta de madera. El vino es un ejemplo de excelente Cabernet, redondo, aromático, sin las molestas piracinas que huelen a verdor pimentoso. Tampoco es exagerado en concentración y, aunque ya se puede degustar y disfrutar de sus esplendores, sin duda ganará durante años en botella. Pero sólo 700 ejemplares aguardan el momento de su puesta de largo, que será en breve, y sólo los muy avezados conseguirán disfrutarlo. A ellos les corresponde la difícil decisión de hacerlo ahora o guardarlo en el fondo de su botellero para su descorche en un momento especial.