- Redacción
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- 1998-04-01 00:00:00
Sumergirse en la frescura aromática que ofrece un fino, captar la elegancia de un amontillado, el poderío en boca de un oloroso, sentir el placer de terciopelo de un Pedro Ximénez, o la fragancia de un Moscatel es entrar en otra dimensión que solo estos vinos generosos, elaborados en el Marco de Jerez (Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera) pueden transmitir. La búsqueda de la verdad por la comarca deja las cosas algo más claras respecto a sus vinos. Dentro de la variedad existen dos conceptos bien diferenciados. Por un lado están los productos más comerciales. Son vinos domesticados, a los que se les ha “dulcificado” el carácter. Luego están los grandes vinos, complejos y de sabores intensos, pero duros y difíciles de comprender. Unos y otros se necesitan mutuamente, y su gran desgracia estriba en el poco conocimiento que el aficionado posee de ellos. El público corriente ni sabe que existen. La tarea urgente de todas las partes implicadas es dar a conocer este tesoro enológico a los consumidores. Que se conozcan y se aprecien con sus virtudes intactas. De lo contrario estos vinos, que representan toda una cultura, desaparecerán.
Barolo 1993
El Barolo del 93, que los amantes del vino esperaban con impaciencia, puede calificarse según lo esperado como “bueno, pero no apasionante”. Los taninos relativamente duros y la poca expresividad de la fruta hacen que la mayoría de los vinos tengan una duración de almacenamiento media. Afortunadamente, hay algunas excepciones dignas de alabanza.
Si nos atuviésemos solamente al cuerpo de los vinos, la cosecha del 93 puede compararse con la del 88, aunque la calidad de las uvas de esta última era seguramente mayor. Los mejores vinos de la cosecha de 1993 proceden de los municipios de La Morra y Barolo. La zona que rodea La Morra podría destacar especialmente, dada su tendencia tradicional a producir unos taninos mucho más suaves.
Barbaresco 1994
Paradójicamente, aunque la cosecha de 1994 seguramente fue una de las más difíciles de la última década en el Piamonte, podría suponer un punto de inflexión decisivo e inesperadopara el vino Barbaresco.
Los resultados de la añada de 1993 ya no fueron demasiado espectaculares, por lo que muchos vaticinaban para la del 94 un tremendo y seguro desastre cualitativo.
La cosa, al final, no es para tanto. La calidad media es modesta, pero al menos hay una armonía y redondez inesperadas, por lo que los vinos resultan por lo menos agradables de beber. Sin embargo, lo primero que hay que resaltar es el progreso en cuanto a cuidado y limpieza en la vinificación.
En cambio, no ha sido tan positiva la utilización de maderas jóvenes, que desplazan la personalidad del vino y los aspectos de terruño, en especial en un año tan flojo como el 94.