- Redacción
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- 2002-11-01 00:00:00
Barbadillo es en estos momentos la bodega más dinámica del marco jerezano. En ella se investiga y se crea. Éxitos como el del “Castillo de San Diego” (posiblemente el vino blanco más vendido dentro del país), o el de la manzanilla Solear lo certifican. Pronto lanzará un moscatel muy distinto del clásico, “Montsetel” le llaman en familia, en homenaje a la creadora, Montse Molina, joven enóloga con mucho talento. Y ahora ofrecen cuatro joyas, bellamente presentadas en decanter, con la esencia de la casa: las “Reliquias Barbadillo”.
En las bodegas de crianza y afinamiento de la zona de Jerez ha sido costumbre ancestral mantener algunas botas “reservadas” de las soleras de los distintos tipos de vinos. Estas botas se marcaban con un “No” para tenerlos como testigo de su clase y agasajar con ellos a los visitantes más prestigiosos. Barbadillo presenta estos grandiosos jereces, que denomina “Reliquias Barbadillo” para expresar su rareza y escasez, debido a su prolongada crianza. Aunque es difícil calcular con certeza su edad, de acuerdo con los archivos de la bodega puede afirmarse que se trata de vinos de la primera mitad del siglo pasado. Pertenecen por su vejez a los denominados vinos “Eméritos”. Son un desafío absoluto a las leyes de la longevidad. Esta gama sustituye a la anterior de vinos del nivel superior. Viejas reliquias a las que sólo tenían acceso los privilegiados miembros de la familia y sus allegados, pero que ahora están disponibles, siempre en pequeñas cantidades, para el coleccionista o el buen aficionado y amante de los generosos jerezanos. Fueron presentados durante la celebración de Vinoble, durante una cena ofrecida a la prensa especializada en la bodega conocida como la “Catedral”. El impacto fue inenarrable. El amontillado es sencillamente maravilloso, punzante y complejo, muy seco y elegante, con recuerdos de almendra amarga en un fondo salino. Le siguen un Palo Cortado complejo y amplio, con un elegante fondo de maderas nobles y recuerdos de frutos secos; un magnífico Oloroso con mucho cuerpo y complejísimo aroma; y el Pedro Ximénez, que es pura esencia, pleno de aromas pasificados, denso, sedoso. Estos generosos son un compendio de potencia y complejidad aromática, en boca, puro equilibrio, y permanecen una eternidad en retronasales.