- Redacción
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- 2018-10-16 00:00:00
Bodegas históricas que son desde hace décadas el hogar de algunos de nuestros mejores vinos. Familias que cuidan con refinado esmero viñedos plantados por sus tatarabuelos y guardan con celo el secreto de su eterna fertilidad... En esto del vino, ¡quién fuera centenario!
Permanecen impertérritas a las embestidas de las modas, a las críticas de líderes de opinión y a toda crisis que se ponga por delante. Así son las familias del vino de nuestro país que durante generaciones han mantenido con vida viñas centenarias y han respetado con cariño los cimientos de los lagares que utilizaban los abuelos de sus abuelos con el único fin de mantener un patrimonio imperecedero como es el del vino.
Hoy en día disponemos de conocimientos suficientes para saber qué ocurre en todo momento en la viña, en el depósito, barrica o incluso en la botella. Sabemos si la planta necesita agua, qué hay que hacer si le ataca cualquier plaga indeseable o cuándo es el momento óptimo de vendimia para que la maduración de la uva sea la idónea. La ciencia, la tecnología y las distintas escuelas de elaboración nos dictan una forma de actuar para que el vino resultante sea el que andamos buscando. Todo esto hace un puñado de años no existía. La ciencia del agricultor y la del bodeguero era la de observar, intuir y errar para acertar a la próxima. La tecnología más puntera que existía era la de la experiencia y los caprichosos fenómenos atmosféricos podían arruinar toda una cosecha sin que un seguro agrario se hiciera cargo del siniestro. Aquellos sí que eran verdaderos emprendedores. Personas que a pesar de vivir con la incertidumbre del día a día fueron capaces de desarrollar una actividad vitícola buena para su familia y para el desarrollo económico y cultural de su entorno. Un desarrollo que en muchos casos en la actualidad sigue la senda que dejaron trazada aquellos valientes de la época. No hay más que fijarse en los vetustos calados riojanos, las oscuras cavas catalanas o las imponentes catedrales de Jerez. Son algunas de las huellas heredadas por generaciones que han sido dotadas de una gran altura de miras y de un amor incondicional por su tierra. Es, por tanto, responsabilidad de todos conservar y valorar este rico patrimonio por un motivo capital: proteger una cultura, la del vino, que no solo nos ha hecho prosperar en lo económico sino que también marca nuestro carácter, nuestra forma de entender las relaciones personales y la vida en su conjunto. Entendemos que solo así se podrá avanzar de forma sostenida y sostenible, respetando la esencia de los valores de nuestros ancestros que, ante todo, cuidaron el territorio donde plantaron su sustento y del cual recogían todos los años el regalo desinteresado de la vid.
Os dejamos con esta selección de 45 vinos todos procedentes de una familia viticultora o bodeguera desde hace más de un siglo. Creemos que es de justicia homenajear a la gente que se esforzó por construir un proyecto vitícola sólido que pasara de generación en generación adaptándose a los vaivenes de la vida con un objetivo claro: transmitir pasión y cultura en una botella de vino. Solo nos queda animar a las personas que hoy están al mando de estos proyectos centenarios a que continúen la labor que sus antepasados empezaron y a que divulguen todos los conocimientos que han ido adquiriendo a lo largo de los años. Que nos descubran el origen del vino.