- Redacción
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- 2018-11-08 00:00:00
Curiosamente, cuatro de las denominaciones de origen con mayor éxito de nuestro país empiezan por la decimonovena letra del abecedario. Queremos analizar en este otoñal noviembre los motivos de tan caprichosa casualidad.
Realmente y con todos los respetos a nuestra rotunda y sonora erre, hemos tomado esta vibrante similitud como excusa para reflexionar sobre el porqué de que Rioja y Ribera del Duero estén a la cabeza de ventas de tintos, y Rueda y Rías Baixas hagan lo propio en blancos en el mercado interior. Comenzamos por Rioja, la más antigua de las cuatro. Aquí el vino no es solo una actividad agrícola y económica. Es sobre todo un producto que ha perfilado una sociedad de los pies a la cabeza. Culturalmente, el vino cobra una gran importancia en el pueblo riojano, históricamente ha ido señalando el rumbo de toda la región además de dibujar con trazos verdes el campo y llenar de pizpiretas bodegas los pueblos. Toda esta cultura –respaldada por un vino que por un lado ha mantenido la esencia de la tradición y por otro ha sabido leer la inquietud de los jóvenes, que ofrecen una Rioja renovada con sus elaboraciones– ha sido la clave para aglutinar gran parte del mercado de tintos de nuestros hogares.
Unas claves completamente distintas a las que han llevado a Ribera del Duero a conseguir una plaza de honor en el reconocimiento de los consumidores. Aunque había mucha tradición vitícola en al zona, no es hasta los ochenta cuando nace la Denominación de Origen. Pronto consigue que se hable de ella no solo por las prestigiosas firmas que allí elaboraban, sino porque la propia personalidad de la zona encajaba con la tendencia que se imponía al comienzo del nuevo siglo de vinos con mayor estructura y contundencia frutal. Todo ello se ha sabido afianzar en el tiempo con una fórmula que nunca falla: vinos con una gran relación calidad-precio. En este caso en concreto se ha visto reflejado en tintos de medias crianzas, más conocidos como tintos roble, en los que hay una presencia frutal determinante adornada por una barrica moderada y gustosa. Además se percibe un creciente interés por mostrar la riqueza existente entre las distintas zonas de la Ribera debido a las diferencias de suelos, altitudes o climas.
Cambiamos de tercio y nos vamos a territorio blanco, donde Rueda se lleva la palma con su archiconocido Verdejo. La clave del éxito de esta zona productora ha sido la de hacer marca no tanto por el nombre de la Denominación sino por el de su uva estrella. Es sorprendente cómo en las barras de media España se pide un Verdejo. Si a esto le sumamos la personalidad amable de la uva y su fácil adaptación al gusto del consumidor, tenemos todos los ingredientes para el triunfo de esta región.
Para acabar no debemos olvidar el vino de Rías Baixas. Su refrescante Albariño ha servido de magnífico acompañante de pescados, arroces y mariscos, lanzando las ventas a cotas nunca alcanzadas, pero sin embargo desde hace unos años las bodegas están apostando por elaborar vinos de guarda evitando su paso por barrica. Este es el presente de una Denominación con un futuro muy prometedor si se trabaja en esta dirección, porque los resultados están siendo una verdadera maravilla en cuanto a diversidad de matices y expresión de la zona.
Os dejamos 63 propuestas con el deseo de que nos sigan regalando sus exitosos vinos para no dejar de disfrutar.