- Antonio Candelas
- •
- 2018-12-15 00:00:00
Más de uno soltaréis aquello de "caballo grande ande o no ande" cuando lleguéis a casa estas navidades con una enorme botella de vino colocada en un bonito estuche. Sin embargo, hay algo más que generosidad en estas botellas descomunales. ¿Sabéis por qué?
N o es difícil dar con una botella de vino de grandes dimensiones adornando la barra de un bar o presidiendo cualquier restaurante desde un lugar privilegiado. Pero, ¿hay motivos técnicos reales para que las bodegas se afanen en embotellar sus mejores elaboraciones en semejantes botellas? Antes de entrar en harina, debemos señalar que existe una cuantiosa colección de formatos que van desde las monodosis del pequeño Benjamín de 18,7 centilitros hasta los abundantes 30 litros del gran Melchizedek, como os explicamos en la página 48. Cada uno que elija el que más se adapte a su celebración.
Aquellas botellas cuya capacidad se encuentra por debajo de los usuales 75 centilitros no tienen mayor justificación que la de ofrecer formatos más adecuados a consumos individuales, pero las que van en línea ascendente no solo buscan impresionar con sus dimensiones, sino que influyen de forma positiva en la evolución del vino. Para los que estéis un poco despistados con el ajetreo navideño, vamos a recordar que el vino envejece unos meses en barrica y permanece otro tanto en la botella para que todas sus virtudes queden perfectamente ensambladas y armonizadas. Es un tiempo de reposo muy importante en el que los aromas y sabores se integran para llegar al equilibrio perfecto, pero también es un tiempo en el que el oxígeno del exterior pasa a través del corcho e interviene en su transformación. Una transformación que sucede de forma más pausada en grandes formatos porque el oxígeno tarda más en actuar sobre volúmenes mayores. Es por tanto una forma de alargar la vida a vinos que están pensados para que mejoren con el paso de los años. Otro de los aspectos que hay que tener en cuenta en la conservación de una botella de vino son las fluctuaciones bruscas de temperatura. Cuanto mayor sea el volumen de la botella, las posibles variaciones térmicas quedarán amortiguadas y no serán tan nocivas para el líquido.
Una vez que ya sabemos lo que le pasa al vino guardado en una botella más grande de lo habitual, pongámonos en el caso de que ha llegado a nuestro botellero un ejemplar mágnum –1,5 litros– de un buen vino. Podemos guardarla con celo esperando a que alcance su mejor momento de forma. Pero igual no tenemos tanta paciencia y pensamos que lo mejor para la botella y para nosotros mismos sea organizar una cena de amigos con el fin de lucirla y disfrutarla en una bonita y apetitosa mesa. Otra idea que os dejamos es que si queréis triunfar entre familiares y amigos a lo largo de estas fiestas, regalar un mágnum bien presentado de vuestro vino favorito será sin duda un acierto que dejará marca.
Esta es la época del año en la que la venta de este tipo de botellas se dispara y es por eso por lo que las bodegas buscan el estuche más elegante y la presentación más atractiva para su mejor vino. Es el motivo por el que nos hemos lanzado en la última cata del año a descorchar un buen número de vinos en formato mágnum. Hemos disfrutado de esa riqueza de matices y de su particular nobleza y con ellos descorchamos el 2019 con el deseo de que venga embotellado en un imponente Melchizedek lleno de ilusión y bonitos proyectos.