- Antonio Candelas
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- 2019-02-28 00:00:00
Algunos son prestigiosas segundas marcas que sirven de antesala para descubrir la excelencia de los superclase. Otros son vinos de entrada de gama que allanan el camino a los noveles, pero todos merecen nuestra admiración y reconocimiento. Veamos el porqué.
C uando nos enfrentamos al catálogo de vinos de una bodega, a veces nos puede desconcertar la gran diversidad de referencias que puede ofrecer. En otros casos, cabe la posibilidad de que tan solo haya dos o tres elaboraciones de nombres parecidos, pero de matices y precios bien distintos que igualmente nos pueden despistar. Este segundo planteamiento viene de una tradición francesa en la que las mejores uvas de los châteaux van destinadas a su sello más prestigioso y con el resto de la cosecha se da vida a una segunda marca de una calidad fuera de toda discusión, pero sin llegar a la excelencia de la primera. En principio, es una forma de reservar el mejor fruto de una finca o parcela para un producto en el que se respete al máximo la pureza de la tierra. Algún año, puede ocurrir que alguna de esas grandes marcas no salga al mercado porque la cosecha no cumpla con los exigentes parámetros de calidad impuestos. Será entonces cuando el hermano pequeño se vea premiado con un fruto riquísimo, pero al que le faltó algo para llegar a ser lo más de lo más.
Para alcanzar a valorar y reconocer la personalidad de los grandes vinos de nuestro país, para conseguir distinguir el carácter de una uva o, más aún, para identificar los sabores de una tierra es imprescindible no perderse antes las elaboraciones menos complejas para conocer la esencia del paisaje, que se tornará en nobleza con el paso del tiempo. Estos vinos cumplen una misión muy importante dentro de una bodega. Normalmente el consumidor los descubre en un primer acercamiento a la bodega para después continuar con gamas de mayor complejidad. Si estos primeros vinos son acogidos por el aficionado, la bodega puede estar segura de que ha ganado un fiel seguidor. Además, suele suceder que, aunque pase el tiempo, recordaremos esos primeros tragos de aquel vino amable que nos convenció a primera vista para toda la vida y recurriremos a él en cualquier momento.
Sea como sea, de lo que podemos estar seguros es de que detrás del diseño de la gama de vinos de una bodega, independientemente de su modelo, existe un minucioso trabajo en el que se analizan y plantean diversidad de cuestiones, tales como la cantidad y calidad de uva de la que se dispone o el gusto del público para el que se elabora el vino. En otras palabras, hay tanto cariño y tanta dedicación en la elaboración de un vino que bien se podría equiparar con el esmero con el que un padre educa y se esfuerza por dar lo mejor a sus propios hijos. Todos son especiales e igual de importantes, cada uno con sus cualidades, todos diferentes, pero al fin y al cabo de lo que se trata es de que todos sean virtuosos, de que todos capten la atención de las personas.
Disfrutad con algunas de las segundas marcas más interesantes de nuestras bodegas, así como de algunos hermanos pequeños que dan ganas de bebérselos nada más verlos. Y recordad, tras un gran hermano mayor siempre se esconde un pizpireto y juguetón hermano pequeño.