- Redacción
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- 2019-03-29 00:00:00
Que el rosado es una elaboración cada vez más demandada y consumida por el público no es nada nuevo. Lo relevante a día de hoy es la interesante respuesta que las bodegas están dando al mercado con sus originales elaboraciones, dedicándoles parte de sus uvas más preciadas.
S abemos por datos oficiales que el rosado es uno de los vinos con mayor crecimiento en los últimos años y esto no es por casualidad. Superada desde hace años la falta de atención al rosado por parte de productores y consumidores, así como la excesiva influencia de la moda en el color de este vino, en el que nos pasamos de un extremo a otro en cuanto a intensidad y tonalidades, debemos atender con mirada analítica el presente y el futuro de tan rica elaboración.
Hay que reconocer la valentía de aquellos bodegueros que, lejos de sumarse a tendencias importadas que marcaban las nuevas formas de elaborar rosados y amenazaban con igualarlos, mantuvieron el carácter de sus vinos por convicción de que lo que estaban haciendo venía avalado por la tradición de la zona. No es fácil sustentar una forma de trabajar cuando la presión del mercado dicta un camino diferente. Es por eso por lo que es justo encomiar y dar las gracias a todos aquellos que nos pueden ofrecer aún rosados de vivos colores e intensos aromas frutales que invaden nuestros sentidos, sabiendo sobre todo que ese carácter puede identificarse con una región. Zonas históricamente rosadas como pueden ser Navarra, Cigales o Utiel-Requena, entre otras muchas, han sabido defender sus garnachas, tempranillos y bobales, respectivamente, y eso solo ha dado lugar al enriquecimiento de estos vinos.
Si es justo ensalzar el valor de los que se han mantenido firmes a su forma de entender el rosado, no hay que olvidarse de los que están apostando fuerte por mostrar las novedosas creaciones procedentes de uvas nunca antes destinadas a estos vinos. Esto es sin duda lo más relevante que a día de hoy está sucediendo en esta familia. Nos referimos a uvas tintas, casi olvidadas en muchos casos, que prácticamente no han sido elaboradas como tales y resultan ser deliciosas en versión rosa. Baboso, Bastardo o Trepat son algunos ejemplos de esta nueva y maravillosa forma de entender el rosado. Maravillosa porque además del novedoso resultado que nos brindan, nos están ofreciendo distinción entre tanta oferta rosa, pero sobre todo heterogeneidad, un valor que hay que potenciar en el sector porque sin diversidad no habrá progreso, y lo más importante es que dejaremos de enriquecer nuestro patrimonio, lo que de ningún modo se puede consentir.
En la selección de esta cata se ha trabajado con un objetivo claro: mostrar en las 63 referencias la riqueza que el rosado de nuestro país nos puede aportar. Hemos dado con vinos de todas las tonalidades posibles. Desde el que casi es más tinto que rosado hasta el que puede confundirse con un blanco por su delicada palidez. Desde el que nos ha seducido por la intensidad y nitidez de sus notas frutales hasta el que nos ha emocionado por la elegancia de sus aromas. O desde el que nos ha hipnotizado con su volumen y complejidad hasta el que nos ha deleitado con la frescura y agilidad de su juventud. Todos muy diferentes, pero elaborados con un sorprendente rigor en el que la calidad prima por encima de todo, sabiendo que solo así se logrará transmitir la verdadera importancia de este gran vino.