- Antonio Candelas
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- 2019-04-30 00:00:00
Los Rías Baixas recién nacidos son vinos pletóricos, fragantes y con un brío especial capaz de seducirnos al momento. Cuando pasan los años, esa energía se convierte en elegancia, nobleza y distinción, atributos reservados a vinos colosales que nos conquistan para siempre.
A ctualmente, por fortuna, existe un convencimiento claro de que los vinos de la D.O. Rías Baixas elaborados únicamente con Albariño –o acompañados con parte de otras uvas blancas como la Loureira, Caíño o Treixadura– evolucionan en el tiempo de forma magistral. La crítica patria e internacional dedica constantemente merecidos elogios a estos blancos que, pasado el primer año de vida, van mudando toda su vitalidad y frescura, propia de una lozana juventud, por una inagotable fuente de matices y sensaciones que embelesan nuestros sentidos. Entre los elaboradores también hay un creciente interés por poner en el mercado vinos perfeccionados por el paso del tiempo para ensalzar esa noble evolución que la uva y la zona son capaces de desarrollar.
La culpa de esta extraordinaria transformación suele estar asociada a un minucioso trabajo de lías, a una crianza en recipientes que nada tienen que ver en muchos casos con el roble o a una combinación de ambas. Pero lo realmente singular es el paulatino moldeado que el vino va cobrando con el paso del tiempo en la propia botella, siempre y cuando esté bien conservada, claro. En este caso nos referimos a un vino creado con un perfil joven perfectamente definido y con la idea de ser consumido con cierta inmediatez. A partir de ese segundo año, y tan solo con la permanencia en botella, toda la chispa y poderío aromático que demuestra al principio se torna armonía, equilibrio y compleja evolución. Y es que estamos ante una uva, la Albariño, con unas características naturales ideales para que el tiempo corra a su favor. Esas propiedades intrínsecas además las desarrolla en un ambiente hecho a su medida donde su principal elixir de eterna juventud, la acidez, hace que madure pausadamente.
Este cambio de paradigma del vino de Rías Baixas es conocido por las bodegas y por el propio Consejo Regulador, que desde hace 14 años y de forma bianual celebra la Cata de las Añadas, un concurso donde enólogos, bodegueros, catadores y prescriptores toman el pulso a estos vinos para corroborar su buena evolución a lo largo de los años. No hay duda de que el sector apuesta por esta otra forma de entender los vinos de esta Denominación de Origen, pero el consumidor, ¿está igualmente convencido? Es aquí donde hay que poner toda la carne en el asador y dedicar esfuerzos desde todos los ámbitos del sector para comunicar la excelencia de un producto con pocos competidores en el mundo. Solo así alcanzará el valor y reconocimiento que se merece.
Es esa la principal misión de la cata de este mes. Queremos convencer al lector de la virtud de estos blancos y para eso hemos reunido una importante selección de vinos procedentes de la D.O. Rías Baixas anteriores a 2018. En esta recopilación cuyo vino más antiguo es de 2006, hay vinos creados en su momento como jóvenes y criados en su botella de origen, otros nacieron desde el principio para aguantar años y hoy en día son las añadas que encontramos en el mercado. Ahora os toca a vosotros descubrir y saborear sus maravillosas cualidades. Nosotros ya gozamos en la cata y prometemos repetir.