- Antonio Candelas
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- 2020-02-28 00:00:00
Territorio distinguido del que emanan verdaderas joyas de la naturaleza, algunas en forma de vinos soberbios donde la exigente tierra contrasta con la generosidad del sol. Un triángulo cerrado por la mano del hombre, que sabe crear armonía siempre que se lo propone.
Para entender el vino de este rincón de la Península hay que centrar la atención en cómo el viticultor es capaz de conseguir tan preciado equilibrio, por vertiginoso que sea, entre la cepa y el entorno que le rodea. Las horas de sol, tan necesarias en este cultivo, no son un problema. Allí, el astro rey no escatima en inundar de luz todo el campo, de hecho es una de las regiones con mayor insolación de nuestro país. Así se garantiza no solo una maduración completa y adecuada de la uva, sino que se apuntala la personalidad de sus vinos. Por contra, los parvos nubarrones que visitan la región para aplacar la sed de la viña son el otro factor que el viticultor, en sus labores de campo, debe gestionar con tiento para que la viña no desespere y sea capaz de aguantar hasta la hora de la vendimia. De esta forma, los vinos de Murcia cabalgan entre la abundancia de un sol pletórico y la escasez del agua caída del cielo y, con esta idea, nos metemos en harina.
El viaje lo podríamos comenzar en Yecla, ciudad conocida por sus vinos, por sus muebles y por ser cuna y lugar de inspiración de más de un escritor. Es la denominación de origen más septentrional de la Región y su demarcación está dentro del altiplano murciano. Allí, los inviernos fríos, los tórridos veranos y la tierra de naturaleza caliza hacen que los vinos nazcan con un sello de identidad incomparable. Aunque se cultivan otras uvas, la Monastrell es la que manda en un terreno que lo tiene todo para su comodidad, además de poder situarse entre los 500 y los 800 metros de altitud y jugar con ese factor tan importante en los vinos como es la frescura.
Si avanzamos hacia el sur, nos encontramos con Jumilla, una de las denominaciones de origen más antiguas de España y la de mayor superficie de viñedo de Murcia. Un territorio vitícola que se cuela en la provincia de Albacete y que también tiene en la Monastrell su uva reina, aunque otras, como la Syrah y la Cabernet Sauvignon, han conseguido acoplarse sin problemas aportando matices distintivos al concepto de vino mediterráneo. La sierra del Carche es el principal accidente montañoso, pero el paisaje de media montaña que puebla la zona hace que podamos encontrar un gran abanico de ubicaciones especiales donde la viña se expresa de forma diferente.
Un poco más abajo entramos en Bullas, un territorio en el que se tiene un extenso conocimiento de cómo trabajar la alternancia de cultivos, entre los que el arroz de Calasparra es protagonista. Sin embargo la viña observa esos vaivenes agrícolas mientras se encarga de producir uva para las 10 bodegas que comprenden esta D.O. La Monastrell vuelve a imponer sus buenas condiciones para aguantar un clima continental con los rigores que ello conlleva.
El nombre de Murcia se asocia en lo gastronómico a una huerta esplendorosa que se sirve del sol para entregar verduras y hortalizas a medio mundo. Además, este año es Capital Gastronómica y ese potencial resuena si cabe con mayor fuerza. Pero no hay que olvidar que la gastronomía no se entendería sin el vino y Murcia tiene mucho que decir en este terreno. Os traemos algunas de esas joyas líquidas de esta deliciosa tierra con la seguridad de que alguna de ellas captará vuestra atención.