- Antonio Candelas
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- 2020-10-05 00:00:00
Si fuera actriz, a esta uva se la rifarían los directores de medio mundo para protagonizar sus películas fuera cual fuera el estilo del personaje. La Garnacha, entre sus muchas virtudes, destaca la capacidad de adaptarse a diferentes entornos y desarrollar registros diversos.
Sería algo así como si un año te llevas el Oscar a la mejor actuación en un thriller inquietante y al año siguiente subes a recoger la estatuilla por el papel interpretado en una delirante comedia. Así es nuestra Garnacha: a veces elegante, refinada, grácil o liviana, y otras robusta y concentrada, cuando no mediterráneamente expresiva, pero siempre que desempeña un papel y la obra bien lo merece –o en este caso, la elaboración es acertada en bodega–, el resultado es excelente. Diferente, diverso, pero excelente. A grandes rasgos, las tres claves que influyen de forma determinante en la expresión final de una uva son la ubicación geográfica, el clima y su genética. Si prestamos atención a estos tres factores en cualquier otra variedad, obtendremos sin duda matices distintos en los vinos elaborados, pero todos mantendrán un eje común sobre el que se vertebrarán las diferentes versiones. Es lo que se suele llamar tipicidad de una uva. En cuestión de garnachas, dibujar un esqueleto sensorial común sobre el que se apoyen todas las particularidades que el entorno es capaz de imprimir no es fácil. Entonces, ¿qué hace que la Garnacha sea tan diferente en Aragón y en Gredos, en Rioja o en Priorat?
Aunque no hay un consenso para dar respuesta a esta pregunta, podemos reflexionar para intentar aproximarnos a una posible hipótesis que despeje la incógnita en nuestra ecuación. Una ecuación planteada en principio con los tres términos anteriores en la que incluiremos dos más: las prácticas culturales aplicadas en el viñedo y el fenotipo de la propia Garnacha. En cuanto a las prácticas realizadas en el campo, parece evidente que cualquier trabajo que se desempeñe en la viña lleva asociado un fin que tiene que ver con necesidades vitícolas o simplemente culturales de la zona. Esto sin duda aumenta la variabilidad en la personalidad de cualquier uva, lo que se transmitirá al vino. Es ahora cuando resulta pertinente hablar del fenotipo de la variedad. Este término hace referencia a cómo se manifiesta el material genético de la planta en virtud del medio en el que viva. Es decir, que el ADN de una misma variedad se expresa de forma diferente dependiendo de su entorno.
Esta sensible variabilidad organoléptica tan dependiente del lugar donde se cultive la Garnacha Tinta es lo que puede explicar que en Gredos sea sutil, floral y con un recorrido en boca más directo, mientras que en las regiones aragonesas de Calatayud o Campo de Borja nos encontraremos versiones más rotundas, coloreadas y licorosas. Y quizás esta característica es lo que ha hecho que en unos años esta uva haya pasado de ser estigmatizada por culpa del desconocimiento a una de las uvas más apreciadas, a la que además se le puede adjudicar el mérito de conseguir poner en el mapa internacional a muchas regiones productoras que antes ni se tenían en cuenta.
La cata de octubre, como os podréis imaginar, va de Garnachas. Hemos centrado nuestros esfuerzos en mostraros esta nutrida selección de 54 vinos. En ella podréis captar las diversas y preciadas caras de esta uva que tantas pasiones levanta entre los elaboradores que la trabajan: como un lienzo en blanco donde dibujan los trazos de un paisaje o como un papel donde escriben la verdadera historia de un pueblo arraigado a la pureza de su querida Garnacha.