- Antonio Candelas
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- 2021-03-31 00:00:00
Conocemos la influencia que el suelo y las características meteorológicas del año ejercen sobre el vino. Pero, ¿puede la inmensidad del océano intervenir en el perfil de un vino? Aprendamos a identificar vinos de naturaleza atlántica.
Para intentar ser didácticos en la definición del concepto de vino atlántico, lo más recomendable es enumerar una serie de cualidades que encuadren a este tipo de elaboraciones. Aquellos en los que la sensación refrescante impregne nuestros sentidos y vaya acompañada de matices de fruta fresca, herbáceos, cítricos, florales o salinos podríamos ubicarlos dentro de este perfil. Para ser aún más claros se puede establecer una sucesión de características y sus contrarias para que la demarcación del concepto quede mejor dibujada: austeridad y elegancia frente a exuberancia, delgadez frente a corpulencia, ligereza y frescura frente a rotundidad y madurez. Son términos generales que nos acercan a un concepto que desde luego va más allá de denominaciones de origen.
Contextualizado sensorialmente el concepto de vino atlántico, vamos a intentar posicionarlo en el mapa y explicar los distintos matices que lo modulan. Toda la cornisa cantábrica y Galicia en la parte septentrional de España y la costa atlántica de la parte suroeste, así como el archipiélago canario serían a grandes rasgos las zonas vitícolas de esta naturaleza sobre las que se escucha con mayor fuerza el eco oceánico. Qué duda cabe que no es lo mismo un txakoli de Getaria que un vino de la Tierra de Cádiz o un tinto de Tenerife. La diversidad en esta familia de vinos tocados por el Atlántico es tan vasta como el mismo océano, pero hay un hilván común que los hermana: la innata frescura. En tierras del norte se traduce en vinos vibrantes con una especial chispa o tensión en el recorrido. Sin embargo, en latitudes meridionales se retrata en los vinos con una sugerente sapidez y delicadeza que deja huella en el paladar, por no hablar de cómo los vientos Alisios, que recogen la humedad del océano, intervienen en el carácter de los vinos canarios.
Aunque en estas ubicaciones la viña capta mejor la influencia del Atlántico, existen posiciones geográficas de transición o con cierto grado de influencia del océano en las que podemos encontrar vinos con este carácter fresco donde los matices florales y la ligereza de sus formas predominan frente a los vinos procedentes de regiones de clima continental o mediterráneo si nos vamos acercando a este otro mar que da nombre a un perfil de vinos completamente opuesto al que pretendemos tratar en esta cata. El Bierzo podría ser un buen ejemplo de zona vitícola de transición en la que, aunque el océano va tomando distancia, aún se aprecia en determinadas parcelas ese punto extra de frescura y delicadeza frente a otras en las que la madurez y la contundencia frutal cobran mayor protagonismo. Otra zona de clara transición climática es la D.O.Ca. Rioja. Allí convergen los tres grandes climas de la península Ibérica: atlántico, continental y mediterráneo. Tanto es así que incluso las añadas, en función de cómo haya transcurrido el año climatológicamente hablando, se pueden considerar de tendencia atlántica o mediterránea según los vinos marquen más unas cualidades u otras.
Tras haber arrojado algo de luz sobre este concepto tan escuchado últimamente en los círculos vitícolas, os hemos querido ofrecer como siempre ejemplos prácticos para que descubráis en ellos la marca del océano, pero sobre todo para que disfrutéis de lo lindo con su frescura y expresión.