- Antonio Candelas
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- 2021-07-02 00:00:00
Llega el verano y parece que el vino tinto, ese compañero fiel que nos regala momentos inolvidables a lo largo del curso, hace las maletas, cierra el tapón y se marcha de vacaciones. Descubramos las claves para disfrutar de un buen tinto aunque la canícula apriete inmisericorde.
Con el calor y las vacaciones, sufrimos una metamorfosis en todos nuestros hábitos cotidianos: le damos la vuelta al armario, nos alimentamos de forma radicalmente opuesta y nuestros horarios mediterráneos adquieren un plus de agradecida y necesaria anarquía. Este cambio también lo sufren nuestros tintos. El mercurio disparado nos arrima a la copa fría de blanco, rosado o espumoso que, con sus sabores refrescantes, aminora la sensación de bochorno. El tinto, en el mejor de los casos, queda para ser mezclado con refrescos y otras fruslerías, una opción que no se debe desdeñar, siempre y cuando los ingredientes sean elegidos con criterio y las proporciones alcancen el equilibrio, pero que en cualquier caso nunca debe sustituir al objetivo que perseguimos en esta cata veraniega: romper una lanza en favor del intrínseco poder refrescante del vino tinto.
Dicho así, y si pensamos en crianzas más o menos largas o elaboraciones complejas, no parece que vayamos a convencer a muchos parroquianos para que confíen su sofoco y su sed al tinto. Pero este tipo de vino tiene un as debajo de la manga que va a hacer que la próxima vez que practiquemos el terraceo cambiemos el color de nuestra copa: el tinto joven. Es un vino que, aunque no os lo creáis, ofrece cualidades similares a un blanco, rosado o espumoso: frescura, fruta, un paso amable y, por qué no, bastante versatilidad gastronómica.
Vivimos un momento en el sector del vino en el que la interpretación varietal en versión joven se centra en extraer toda la carga frutal posible, siempre acompañada por los matices propios de cada variedad y zona de cultivo. Todo ello abrazado por una sensación de frescura sobre la cual se construye un trago amable y refrescante, evitando excesos de estructura que no benefician a ese paso largo, que por la época del año en la que nos encontramos pide una temperatura de servicio algo inferior a lo acostumbrado.
El mercado del tinto joven abarca desde el tradicional vino de cosechero o de maceración carbónica, en el que el racimo entero se deposita sobre el lagar y la fermentación empieza en el corazón de la uva, hasta las más precisas y modernas elaboraciones. Estos jóvenes se pueden encontrar en cualquier zona productora de nuestro país y se crean a partir de monovarietales o ensamblando proporciones concretas de diferentes uvas, pero siempre buscando ese tándem de éxito veraniego: fruta y frescura.
La suerte que tenemos es que la diversidad de los jóvenes en nuestro país es casi inabarcable. Sin duda alguna, cualquier uva tinta que se nos ocurra está elaborada por alguna bodega como joven. Podemos encontrar multitud de opciones con las uvas más cultivadas, como la Tempranillo o Garnacha, pero también nos encontramos con jóvenes de Syrah, Merlot, Monastrell, Cariñena, Mencía o incluso Hondarrabi Beltza. Con esta rica paleta de posibilidades hemos formado nuestra selección de 45 tintos jóvenes para descubriros otra forma de disfrutar del vino este verano. Solo perseguimos romper una norma más del mundo del vino establecida, aunque no escrita, y abrir el abanico de posibilidades de disfrute, que al fin y al cabo es de lo que se trata. ¡Feliz verano!