- Antonio Candelas
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- 2021-09-07 00:00:00
La viña de Madrid, en contraste con la urbe capitalina, puebla silenciosa un campo en el que las avenidas fluviales que lo cubren bajan con un generoso tráfico hídrico en época de lluvias y los rascacielos montañosos dibujan un skyline diferente en un firmamento único.
Repartidas en cuatro subzonas, las cepas madrileñas están asentadas sobre la red de afluentes y subafluentes del Tajo, que delimita por el sur el mapa político y vitícola de Madrid: los ríos Alberche, Guadarrama, Henares, Jarama, Manzanares y Tajuña, junto con el propio Tajo, acotan los terrenos aptos para la viña marcando importantes diferencias entre unos y otros. Pero no solo entre ríos anda el viñedo gato. El Sistema Central que cruza la Comunidad Autónoma de norte a oeste influye sobre la subzona de San Martín de Valdeiglesias por el origen granítico de la Sierra de Gredos. Allí, la textura arenosa del terreno, la meteorología asociada a este relieve montañoso, su vegetación y las diferentes altitudes y orientaciones crean un amplio abanico de ubicaciones ideales donde las garnachas se muestran frescas, jugosas y afiladas, mientras que el Albillo Real enseña la delicadeza de sus formas.
Sin embargo, en El Molar, la última subzona en integrarse dentro de la Denominación de Origen Vinos de Madrid, la diversidad de suelos es extraordinaria: granitos, cuarcitas, pizarras, esquistos, areniscas, margas o calizas dan cobijo a unas viñas que ven llegar al río Jarama desde la sierra norte, dejando a su paso un terreno típicamente aluvial. Lo ven llegar y marcharse hacia su encuentro con el Tajo en la parte sur de la Comunidad madrileña. Entre ambos delimitan la subzona de Arganda, la más meridional y extensa de las cuatro. Sus suelos tienen mayor contenido calizo y las texturas arcillosas forman un horizonte de mayor consistencia. Aquí las viñas se colocan en las vegas de los ríos o en las pequeñas altiplanicies que se forman entre sus caudales. Estos emplazamientos cercanos a la meseta manchega son la clave para que sus vinos tengan un carácter diferente al resto. Presentan un perfil más concentrado y balsámico por el rigor del clima y la capacidad de resistencia de las uvas ante unos veranos más cálidos que en el resto de subzonas.
Navalcarnero. Historia y paisaje al oeste de la capital. Es el municipio que da nombre a la cuarta subzona. Hoy en día aún se puede disfrutar del ir y venir de los paisanos y de algún urbanita que otro comprando vino en los despachos de las bodegas urbanas que se conservan. Malvar en uva blanca y la Garnacha en tintas son las variedades que predominan sobre unos terrenos por donde el Guadarrama deja ese carácter aluvial en los suelos. Poderío garnachero y una mejora deliciosa en los vinos de Malvar son, de forma somera, las cualidades de sus vinos.
Aunque estas son a grandes rasgos algunas de las características del viñedo madrileño, recientemente se ha aprobado por parte del Consejo Regulador de la Denominación de Origen la posibilidad de indicar en la etiqueta el origen de las uvas correspondiente a unidades geográficas menores: comarca, pueblo, paraje o incluso viña. Además, si la viña se encuentra plantada por encima de los 800 metros de altitud también se podrá hacer mención a esta característica en la etiqueta. Estos avances en la información que se ofrece al consumidor persiguen una línea para dar prestigio y relevancia a los rasgos diferenciales de la uva de un paisaje concreto. Es en la capacidad de acercar la lupa para distinguir los matices del origen dentro de la delimitación de las zonas productoras donde está en juego el éxito.