- Antonio Candelas
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- 2021-11-02 00:00:00
Tintos por los cuatro costados, de estilo y de terruño, monovarietales y de mezcla de uvas... Tenemos la gran suerte de vivir en un país en el que gran parte de su historia vitícola está escrita con uva tinta y por eso este mes hemos trabajado en hacer una atractiva selección.
Desde los históricos y poderosos tintos de Toro o los vinos de Garnacha elaborados en el priorato de Scala Dei allá por el siglo XII, pasando por los pellejos a los que Don Quijote asestó numerosos mandobles creyendo que lo que se derramaba era la sangre de pérfidos gigantes, por no hablar de la astucia con la que el Lazarillo de Tormes birlaba vino al ciego al que servía. El vino tinto, aligerado en muchas ocasiones con uva blanca, ha llenado páginas de nuestra historia y literatura. Cierto es que anteriormente, en la sociedad romana, el vino era un elemento cotidiano e indispensable y, por lo tanto, la viticultura una actividad de cierta relevancia asentada en el campo. Incluso más allá encontramos referencias históricas que atribuyen a los fenicios la domesticación de la Vitis vinifera y su introducción en la Península Ibérica. O el importante hallazgo encontrado en la necrópolis íbera Punta del Barrionuevo en pleno casco urbano de Iniesta (Cuenca), donde en un enterramiento funerario se encontraron unas pepitas de uva tinta que, según los análisis genéticos, podrían pertenecer a granos de la variedad Bobal.
Abundantes pinceladas de relatos con sabor a vino tinto que han acompañado a los pobladores de la Península. Y eso que no nos hemos puesto a profundizar, por ejemplo, en la trascendencia que tuvo Rioja como epicentro de la revolución importada de Francia en la segunda mitad del siglo XIX o en la notoriedad que en los últimos cuarenta años adquirieron los tintos de Ribera del Duero. Sin olvidar el resurgir de un Priorat excelso y mundialmente reconocido gracias a uvas tan maravillosas como la poderosa y sugerente Garnacha o la Cariñena, con su prestancia y capacidad de envejecer.
La omnipresencia histórica del tinto nos lleva a un presente en el que conviven –en un catálogo casi interminable de uvas– variedades autóctonas, ancestrales y en algunos casos minoritarias con otras internacionales que por un lado se han sabido adaptar y, por otro, los viticultores y enólogos han acertado a entenderlas para que se sientan cómodas en nuestros campos tocados por una vasta diversidad de climas, relieves y ubicaciones concretas. A lo largo de las catas de este año hemos comprobado cómo influyen en el vino parámetros como la altitud, la cercanía a un océano o cómo el enólogo puede hablarnos a través de su vino del paisaje del que forma parte la viña o de un estilo de vino... Infinidad de curiosidades, matices, influencias de cada añada y de sabores que nos acercan a la tierra.
Pero lo mejor de todo es que el movimiento entre nuestras bodegas y zonas de producción no cesa ni un instante. El mundo del vino en general –y el del tinto en particular– está en continua transformación. Algo que solo habla de la intención del sector por avanzar como actividad agrícola y económica que es; y, por supuesto, por afianzar su cultura y las señas de identidad de cada región. Nos hemos querido adelantar en esta cata prenavideña para ofreceros una selección de 72 tintos para que no tengáis excusas y ponéroslo más fácil a la hora de elegir el vino de las próximas fiestas y, quién sabe, igual os descubrimos alguna joyita a la que no le teníais echado el ojo. Pues no se hable más... ¡a disfrutar con el tinto por bandera!