- Antonio Candelas
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- 2022-03-24 00:00:00
Monastrell, Murviedro, Garrut, Gayata, Baltasar, Mataró... La sinonimia de esta variedad es extraordinaria. Extendida a nivel internacional, en nuestro país su cultivo está concentrado en el sureste peninsular, así como en el litoral mediterráneo y el archipiélago balear.
Cuenta Víctor de la Serna en el prólogo de El Libro de la Monastrell –y en algún otro círculo en el que he tenido la suerte de estar– que hace más de 20 años, cuando se empezaron a realizar estudios genéticos para determinar las líneas de parentescos entre unas variedades y otras, en la Universidad de California-Davis nuestra siempre querida Monastrell fue víctima de un error que la silenció durante algunos años más. Un análisis de ADN la desvinculó por completo de la famosísima Mourvèdre francesa. Años más tarde, esa confusión se subsanó y resultó que la muestra analizada en un principio pertenecía a otra variedad. Hoy, superados este y tantos otros obstáculos por los que le ha costado posicionarse en nuestro país como una de las grandes, su historia se escribe por fin con vinos de sol que pueden enfrentarse sin problemas a la inminente emergencia climática. Además de encontrarla en España y Francia se cultiva en Australia, Sudáfrica, Estados Unidos e incluso en Túnez, aunque en menor medida.
No cualquier variedad está preparada para resistir estrictas ausencias de lluvias y temperaturas sofocantes, sobre todo, cuando en verano la cepa debe esforzarse en madurar las uvas. Y madurarlas correctamente. Hay que estar muy bien preparado para hacer frente a estas condiciones que, a priori, no son fáciles. Sin embargo, en la Monastrell encontramos esas cualidades que no solo convierten una misión casi imposible en realizable, sino que emerge con señorío ante estas hostilidades del entorno. Esa capacidad de desafiar los meses de sequía y encajar sus feroces consecuencias a través de su pausada maduración le permite ser la uva más plantada en este cuadrante de nuestro territorio. Tanto es así que, aunque encontramos Monastrell en todo el Levante e incluso en Baleares, el 99% de toda la producción la encontramos en Murcia, Valencia y Castilla-La Mancha. Una contundente presencia en estas tres comunidades que la eleva a la sexta posición de la tabla de variedades más plantadas de nuestro país y escala hasta el cuarto puesto si solo nos centramos en las uvas tintas, únicamente por detrás de la omnipresente Tempranillo, la Garnacha y la Bobal.
Esta realidad ha llevado a instituciones, viticultores y bodegas de estas tres comunidades autónomas a unirse en un proyecto común para la promoción de esta variedad. Una idea que nace con la vocación de resaltar las cualidades de esta uva a través, por ejemplo, de un aula de formación o poder llegar al consumidor, que en muchos casos es más receptivo (sobre todo a nivel internacional) a variedades concretas que a zonas de producción. Son seis las denominaciones de origen implicadas (Jumilla, Almansa, Yecla, Bullas, Alicante y Valencia) y la presentación oficial tendrá lugar el próximo mes de mayo en el marco de la Feria Nacional de Vinos (FENAVIN).
En la selección de 45 vinos que hemos hecho, buscamos encontrar perfiles diversos de esta uva en sus diferentes ubicaciones. Aunque algunas tienen algún pequeño aporte de otra variedad, en su inmensa mayoría se trata de 100% monovarietales. Una buena forma de conocer cómo se desenvuelve esta uva tinta entre tantos rayos de sol y en una tierra que se conforma con lo poco que le cae del cielo.