- Antonio Candelas, Foto: Heinz Hebeisen
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- 2022-09-02 00:00:00
Existen pocos lugares ligados tan fuertemente a la viña como el majestuoso valle del Ribeiro. Allí siempre hubo vino, pero el que hoy se elabora está alcanzando cotas de excelencia jamás vistas. Un hito que debe honrar a todos aquellos que creyeron en este rincón de Galicia.
Cuántas galicias hay en toda Galicia... En la intrincada costa, el océano –con sobrado poderío– entra hasta fundirse con los ríos que proceden de un interior frondoso, sorprendente, mágico, hospitalario. Sin embargo, hay una Galicia que cuando la vives de cerca, además, te marca para toda la vida. Te deja un poso indeleble que jamás te abandona. Nos referimos a la comarca del Ribeiro. Ubicada en el cuadrante noroccidental de la provincia de Ourense, donde el río Miño, mientras camina imperturbable hacia el Atlántico, recoge las aguas del Avia por la derecha y del Arnoia por la izquierda formando un precioso valle salpicado de concellos y parroquias jalonadas por un románico rural exquisito. Unos pueblos, a cada cual más encantador, en los que se bebe con orgullo el vino que mana de las laderas de aquel valle tras haber recogido todos sus aromas y sabores del paisaje y del terreno. Allí el suelo es fundamentalmente granítico con un avanzado estado de fragmentación. A dicho firme de textura arenosa se le denomina sábrego en la zona.
Todo este magnífico territorio, a nivel vitícola, está protegido por el Consejo Regulador de la D.O.P. Ribeiro, el más antiguo de Galicia. Una zona que ronda las 2.500 hectáreas de viñedo trabajadas por unos 5.500 viticultores. Esta relación habla de la extraordinaria atomización de la propiedad de la viña en este enclave, lo cual incrementa aún más la variabilidad de posibilidades que ofrece al elaborador. Aunque no existe una división geográfica oficial por subzonas, sí que podemos hablar de las diferencias en las viñas plantadas en la zona del Avia, de Castrelo y de Arnoia. Pues bien, de esta última, además de contener la viña de mayor de edad, la superficie media por parcela es de 232 metros cuadrados. Imaginad el trabajo que supone gestionar, trabajar e identificar matices y expresiones de semejante minifundio.
Esta gran segmentación que eleva la riqueza y variedad de la zona sigue la misma línea en cuanto a las uvas que se cultivan. Ribeiro siempre ha sido un lugar donde la mezcla de variedades en la elaboración de los vinos ha gobernado de forma mayoritaria. Si bien es cierto que la blanca Treixadura predomina y es sobre la que se construyen los vinos, el resto de variedades blancas preferentes (Torrontés, Godello, Albariño, Loureira, Lado y Caíño Blanco) aportan una paleta de matices única que define la personalidad de los vinos. Pero, aunque Ribeiro es zona de blancos, comienzan a aparecer referencias tintas de un interés cada vez mayor. Las tintas preferentes son: Caíño Longo, Caíño Bravo, Caíño Tinto, Ferrón, Sousón, Mencía y Brancellao.
Al innegable atractivo de la comarca hay que sumarle las dos figuras elaboradoras que coexisten. Por un lado, está la ya habitual bodega o cooperativa que todos conocemos y, por otro, está la figura del colleiteiro (cosechero), que se incorporó en 1987. Son pequeños productores cuya uva tiene que proceder en su totalidad de viñedos propios y no deberán elaborar más de 60.000 litros por cosecha.
El extraordinario aprovechamiento de las posibilidades que da el valle, la inteligente forma de ensamblar las variedades y la defensa a ultranza del carácter de un vino imposible de imitar y difícil de comparar es lo que ha hecho que el Ribeiro haya logrado posicionarse como un vino infalible de oportunidades infinitas.