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El panorama vitícola de Extremadura –al igual que ocurre con gran parte del territorio peninsular, donde la escasez de agua y un calor de justicia están poniendo a prueba su viabilidad– se presenta esperanzador por cómo se está haciendo frente a estos desafíos. Por un lado, la utilización de variedades autóctonas más preparadas para resistir los extremos climáticos está haciendo que incluso se lleguen a explorar variedades más propias de la vecina Portugal, demostrando una vez más que la viticultura no entiende de fronteras políticas. Por otro, las prácticas vitícolas que favorecen la moderación en el grado y la sensación de frescura más allá de los parámetros asociados a ella. Os mostramos estos 18 vinos como ejemplo de ese buen hacer.