- Antonio Candelas, Foto: Heinz Hebeisen
- •
- 2023-06-29 00:00:00
Mucho se ha hablado en los últimos años de la deriva hacia el volumen y la uniformidad de los vinos que tomó el territorio de la D.O.P. Rueda. Hoy, es evidente que hay una acertada corrección hacia la distinción y la valorización del territorio.
Sabemos que Rueda, tal y como la conocemos hoy, comenzó a gestarse entre la década de los setenta y ochenta del siglo pasado a raíz de una necesidad de supervivencia evolutiva impulsada por Marqués de Riscal y apoyada desde el consenso por elaboradores convencidos del cambio de rumbo. Aunque la fórmula de éxito –centrada en el vino de Verdejo joven, fresco y disfrutón– es digna de estudio, no ha estado exenta de consideraciones que han alertado de la tendencia a igualar las elaboraciones descuidando la distinción. Pero este hecho objetivo ha de leerse más como un capítulo dentro del desarrollo vitícola de una zona en pleno proceso de reinvención que como un planteamiento fallido abocado a la autodestrucción.
La prueba es que hay elementos que nos indican una madurez indiscutible en la manera de entender el futuro de Rueda y de su Verdejo. En los elaboradores y viticultores se aprecia desde hace un tiempo un compromiso creciente por elevar los aspectos cualitativos de los vinos. Y no de cualquier manera ni a cualquier precio, sino desde el viñedo. Ese cambio de paradigma, con el tiempo, va permeando en el consumidor, de manera que Rueda se quedará grabada en su catálogo mental como una zona de blancos de culto y la Verdejo como una uva interesante alejada del sambenito de aburrida.
A nivel de suelos siempre se ha alabado el sorprendente terreno de canto rodado (cascajo) de origen aluvial. Sin duda, este es el suelo mayoritario en la parte noroeste de la Denominación de Origen, comprendida por los pueblos de más renombre como el propio Rueda, La Seca o Nava del Rey. Mientras que sus vinos jóvenes son intensos en cuanto a matices de fruta e hinojo con un paso de boca opulento, los elaborados con mayor ambición expresan unos registros aromáticos de gran complejidad y equilibrio. En el lado opuesto del territorio, hacia el sur-sureste, nos encontramos con una textura diferente, arenosa y con un paisaje en el que la viña se intercala con pinares. Es entonces cuando la D.O.P. Rueda alcanza las provincias de Segovia y Ávila. Los vinos de estos suelos son más finos, más enérgicos y vibrantes, quizá con menos peso de fruta y más herbáceos.
A grandes rasgos, y de manera general, estas dos son las zonas que podemos diferenciar en cuanto a suelos se refiere, aunque queda un reducto arenoso de viña vieja prefiloxérica poco conocido aún, pero que nos dejó completamente fascinados cuando lo visitamos hace unos meses. Se trata del municipio de Alcazarén (Valladolid). Un terreno entre los ríos Eresma y Cega en el que la viña está salpicada en parcelas muy pequeñas entre pinares. De aquel Verdejo único, algunas bodegas están elaborando unos vinos de gran relevancia con un gran futuro. Tanto es así que Ferran Centelles lo ha llegado a catalogar como el grand cru de Rueda. Sin duda, una de las zonas más interesantes a nivel cualitativo y distintivo de la zona.
Como ya hiciéramos en el número 256 de MiVino, en el que demostramos la capacidad de envejecimiento de la Verdejo de Rueda y su consecuente valorización, hemos querido resumiros en estos 45 vinos una realidad enmarcada en un contexto de arrebatadora personalidad con la que demostrar que la consagración de Rueda como una gran zona, hoy por hoy, es indiscutible.