- Antonio Candelas
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- 2024-07-18 00:00:00
Resulta que, allá por la década de los setenta del pasado siglo, en el renacer de la D.O.P. Rueda, al que nos hemos referido en más de una ocasión, la variedad Sauvignon Blanc tuvo un papel más discreto que la reina Verdejo; pero de gran importancia, sobre todo en la visibilización internacional de la región vitícola.
La historia de la variedad Sauvignon Blanc en la Denominación de Origen Rueda es un caso paradigmático en términos de innovación y de la incesante búsqueda de vías alternativas de desarrollo vitícola en el corazón de la meseta castellana. Esta variedad, originaria de Burdeos, fue plantada por primera vez en Rueda en 1974 por la bodega Marqués de Riscal, cuando desembarcó procedente de Rioja buscando una gran región de vinos blancos. Desde su introducción, la Sauvignon Blanc ha encontrado en la D.O.P. Rueda un hogar riguroso, pero agradecido, al que se ha sabido adaptar. La combinación del clima continental, con inviernos fríos y veranos calurosos, y los suelos pobres en materia orgánica pero bien drenados han permitido que esta uva desarrolle todo su potencial para producir vinos de una personalidad muy determinada.
Actualmente, según los últimos datos del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rueda, correspondientes a 2023, existen algo más de 1.600 hectáreas de Sauvignon Blanc. Aunque es la segunda variedad en prevalencia después de la Verdejo, apenas representa un 10% con respecto a la gran dama blanca de Rueda. Un porcentaje aparentemente pequeño en cantidad, pero que permite diversificar la oferta vinícola de la zona en el prisma internacional, puesto que tradicionalmente ha sido conocida por sus verdejos.
Se trata de una variedad cuyos racimos son pequeños y compactos, de brotación y maduración tempranas, de manera que se vendimia antes que la uva Verdejo. Si bien es cierto que los ciclos cálidos y secos no son bienvenidos por esta uva, hay que apuntar que en años de estas cualidades, como el pasado 2023, hemos podido constatar que la planta –gracias a su paulatina adaptación al terreno– ha sabido hacer frente a estas condiciones, en principio, tan poco favorables. Adaptación en parte, pero también hay que tener en cuenta que, cuando la viña recibe asfixiantes sucesivas olas de calor, entra en modo pausa y frena el proceso de maduración, de manera que cuando las condiciones se relajan vuelve a ponerse en marcha.
Sea como fuere, en esta cata de 36 vinos monovarietales, en su mayoría de la añada 2023, hemos podido apreciar los dos perfiles bien definidos que encontramos; por un lado, el que nos muestra el aspecto más herbáceo y silvestre de la variedad; y por otro, el frutal, el que nos recuerda a la fruta de hueso con un punto exótico. El elegido por cada elaborador dependerá del punto de maduración con el que se vendimie la uva y la interpretación que se le dé en bodega. Sin embargo, cuando hemos vislumbrado la enorme clase que los vinos de esta variedad pueden ofrecernos, es al elaborarse con crianzas en diferentes materiales o como vinos de guarda. Es aquí donde la excelencia de la variedad sale a relucir y he de decir que esa vía de expresión es tan solo la punta de un iceberg del potencial de esta uva en la D.O.P. Rueda.
La incorporación de la Sauvignon Blanc en la D.O.P. Rueda es un relato marcado por la innovación y la visión pionera de los primeros en apostar por la nueva era de esta región. Esta uva ha demostrado haberse adaptado perfectamente y ser capaz de producir vinos de una expresión bien definida. Ha participado en la consolidación de Rueda como una zona vinícola de referencia no solo por sus tradicionales verdejos, sino también por los vinos de una hija adoptiva que nos ha enseñado su cara más fresca y amable. Pero, atención, porque empieza a mostrarnos la faceta seria, noble y longeva. La de los grandes vinos de clase mundial.