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Su historia les ha permitido ya sacar una excelsa partida de vino para celebrar el 130º aniversario y, por cierto, con un equilibrio de uva muy similar a este que se presenta a la cata
Setenta hectáreas de Tempranillo, Garnacha y Graciano sustentan hoy una bodega que nació allá por 1882. Se distribuyen sobre un suelo arcilloso-calcáreo pobre en materia orgánica, de cantos rodados, restos de aluvión y grava que proporcionan a la vez un drenaje y una retención hídrica perfecta. Mas abajo, la roca agrietada encamina a las raíces, con dificultad, a buscar su alimento y a extraer recuerdos minerales. El clima redondea el paisaje para obtener uvas inmejorables, con inviernos no muy fríos, veranos suaves y un flujo de vientos que garantiza sanidad. Y a diario, en verano, mientras la uva madura, las diferencias de temperatura entre noche y día favorecen el aumento de polifenoles, uno de los factores que favorecen la calidad de un vino.
El otro factor es humano, es la experiencia, y en esta bodega sobra, ya que nació incluso antes que la Denominación de Origen, de ahí que haya podido conservar en su marca la palabra Rioja. Aquella obra pionera que creó Felipe Ugalde según las pautas enológicas francesas de la época forma parte hoy del Grupo Príncipe de Viana y ha conservado unidos el talante innovador y el respeto a la tierra, a la historia, a la buena madera, al tiempo pausado que allá en la cava perfumada de roble americano y francés redondea la obra de la naturaleza, la que buscan lucir en todo su esplendor. No hay más que probar otro de sus vinos, el G&G, de Garnacha y Graciano. Este Reserva 2008, de Tempranillo, Mazuelo y Graciano, procede de viña de 50 años en la Sierra Cantabria y otra de 12 cerca de la bodega, donde ha dormido dos años en madera y otro en botella.
