• Redacción
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• 2016-09-08 14:47:23

Desde final de siglo esta familia de origen riojano, de profunda raigambre vitivinícola, se asentó en una de las zonas más prometedoras de este país, la histórica Toro. Erre que erre, tan respetuosos como revolucionarios, sorprendieron desde el primer momento, y no solo por sus explosivos y alegres colores.

La pasión por la tierra, el arraigo a las tradiciones, y todo ello simbolizado por la necesidad de pisar un suelo firme e histórico, hizo que la sala de catas se construyera sobre una joya artística y artesanal como es una solera del siglo XVI procedente de la iglesia de Castro Verde de Campos (Zamora), posiblemente uno de los más antiguos de la zona. Toda la decoración de la sala reproduce ese carácter tradicional castellano, por ejemplo con mesas que son trillos restaurados, aperos tradicionales de la zona, anchos tablones en los que se incrustaban piedrecillas afiladas para separar el grano de la paja.

Por contraste, la elaboración del vino se lleva a cabo en una sala con depósitos de acero inoxidable, con control automático de temperatura, y donde cada detalle técnico ha sido estudiado y elegido con criterio. Por ejemplo, una de las particularidades de sus depósitos es su altura y diámetro. Son más bajos y anchos de lo habitual con el fin de extraer unos vinos con más color y más intensidad aromática.

Sobreño selecciona una uva de pequeño tamaño y madura, controlando rigurosamente la producción. La mayoría procede de cepas que han cumplido 30 años y muchas son herencia prefiloxérica, plantadas a pie franco sin necesidad de portainjertos, una promesa de longevidad.

A los fundadores, Roberto y Javier San Ildefonso se ha incorporado ya una hija, Paloma, que comparte plenamente la filosofía de la casa desde el campo -donde cuentan con 80 hectáreas de viñedo viejo, de las que 20 han sido certificadas como ecológicas- hasta el último toque de la crianza, que se lleva a cabo en barricas bordelesas de 225 litros, el 90% de roble americano y un 10% de roble francés, barricas nuevas que se desechan al cumplir los cuatro años. Hasta entonces descansan en una sala especialmente acondicionada tanto térmica como acústicamente, preparada para preservar al vino de cualquier variación externa indeseada, para mantener tanto la temperatura como la humedad constante.
Al acabar la crianza, el vino reposa durante un tiempo en botella terminando de redondearse antes de ser puesto en el mercado.

Con tal mimo no es raro que, desde su primera vendimia, la del 99, sus vinos empezaran a cosechar premios y reconocimientos internacionales, y que su inconfundible cápsula anaranjada luzca en las mesas de más de 30 países con cualquiera las cinco etiquetas de Finca Sobreño: Roble, Crianza, Ecológico, Selección Especial e Ildefonso.
Estos días empieza la nueva vendimia, otra promesa de éxito.

Bodegas Sobreño
Carretera N-122 Km. 423 49800 Toro (Zamora)
Tel. 980 693 417
www.sobreno.com