- Redacción
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- 2018-05-03 09:53:20
L o primero fue la uva. Los hermanos San Ildefonso, Javier y Roberto, aterrizaron en Toro a finales del pasado siglo después de un periplo en busca de un vino diferente pero tan excelso, tan personal, como el que la familia venía elaborando en Rioja. Lo encontraron en otra versión de la Tempranillo, la que aquí llaman Tinta de Toro.
La finca primitiva son 24 hectáreas de viñedo que rodean la bodega. Un poco más lejos, en diferentes pagos, terrenos y orientaciones, otras 56 hectáreas propias que, junto con lotes controlados de los viticultores vecinos –hasta 100 hectáreas– son la materia prima de unos vinos inconfundibles que destacan por su vestido de vivo tono ocre anaranjado que recuerda al de la fachada de la propia bodega y es un contraste de elegante sobriedad y llamativa presencia.
Los San Ildefonso se contaron entre los pioneros que, venidos de otras tradiciones vitivinícolas, apostaban por la renovación de una D.O. cargada de historia, de tradición vinícola y, lo más importante, sustentada en una materia prima excelsa, poderosa. Comparada con la tradicional Tempranillo riojana, aquí encontraron granos más pequeños y con el hollejo más grueso, más cargado de antocianos y taninos que aportan aromas, color y estructura al vino. Más de la mitad han cumplido 35 años, muchas están plantadas en vaso, incluso se conservan cepas prefiloxéricas, de modo que actualmente la cuarta parte del viñedo está certificada como cultivo ecológico, ya que la agricultura sostenible es la base de la filosofía de la bodega.
Un concepto que se aplica a todo el proceso: a la elaboración tradicional pero en depósitos más chatos de lo habitual, para que la maceración y la extracción sean perfectas; a la selección de las barricas y el acondicionamiento de la sala de guarda, donde se ha cuidado incluso el aislamiento acústico; y a la estética del espacio de cata, construido sobre un suelo de iglesia del siglo xvi y con aparejos tradicionales como los trillos restaurados, que son las mesas.
El catálogo incluye cinco vinos: el ecológico, el alto de gama –Ildefonso– y tres con diferencias de tiempo de guarda: Roble, Crianza y Reserva. La cata de hoy, el Crianza 2014, se maceró a lo largo de 20 días y ha permanecido nueve meses en barricas de roble americano que no habían cumplido cuatro años de uso. Desde entonces se redondea en botella y aquí está el resultado.
Bodegas Sobreño
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