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La manzanilla es un prodigio de la naturaleza y Papirusa, por su
característica elegancia y su inconfundible toque salino, ha sido
premiada en concursos nacionales e internacionales.
La sonoridad de su nombre, arrastrada en tangos y milongas, tiene también a este lado del charco aromas del Atlántico, esa salinidad que el viento del océano empuja a través de las altas ventanas de las bodegas de Sanlúcar de Barrameda, patria de la Manzanilla, donde nace Papirusa, que hace dos años recibió en el Challenge británico el reconocimiento de la mejor del año. Y allí es donde se cría con mimo para Lustau, en una pequeña bodega artesanal donde desde hace siglos se practican en paralelo las labores del vino y los placeres de las copas.
La uva es, por supuesto, la Palomino del Marco de Jerez. Nace en las tierras albarizas de la Viña Montegilillo, una de las más sureñas, cálidas y soleadas del continente. Sol que esa tierra caliza blanquecina, que fue fondo marino, refleja en la uva para madurarla como un espejo.
La sorpresa de que vinos de la misma procedencia se conviertan en Fino o Manzanilla según donde se críen mantiene una buena dosis de misterio, aunque los expertos lo achacan a que el microclima de Sanlúcar, entre el mar y la desembocadura del Guadalquivir, es más freco y húmedo y eso hace que el velo de flor -las levaduras que nacen y crecen en la superficie del vino en cada bota- tarde más en hundirse y así preserve aún más el vino de la oxidación, con lo que conserva un tono más pálido. Papirusa es copa para muchos momentos pero también acompañamiento de muchos bocados o coloridos cócteles. Para descubrirlos o buscar nuevas experiencias basta entrar en www.lustauwineaffairs.com.