- Redacción
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- 2001-11-01 00:00:00
Es un rebelde nato, un pionero en la modernización de la viticultura y la enología. Carlos Falcó, Marqués de Griñón, revolucionó hace más de 20 años el panorama vinícola español, al apostar por variedades absolutamente desconocidas hasta entonces en España, con la aplicación de las técnicas más arriesgas e innovadoras. Fue muy criticado, pero su espíritu inquieto no se doblegó, y hoy es uno de los señores del vino, que no cesa en emprender nuevos proyectos.
Vinum: Usted siempre ha hecho una firme apuesta por la libertad de elaboración. Ha defendido en todos los foros el tener las manos libres para crear vinos personales, para producir y vender vinos sin barreras. Parece que le gusta ir a contracorriente.
Carlos Falcó: Me gusta la innovación y para practicarla hay que tener libertad. Libertad para equivocarte o acertar en los retos que te propones. No me vale eso de que las cosas tienen que hacerse como toda la vida, porque el mundo del vino está constantemente cambiando. La viticultura no es una ciencia exacta. Por eso, elaborar vinos sin el corsé de las normas estrictas de las denominaciones de origen resulta una tarea más creativa, con la única bandera de tus propio criterio. Algunas denominaciones limitan la creatividad y predisponen la homogeneización de las calidades, cuando ahora lo que le interesa al consumidor son los vinos originales, con personalidad. Eso sólo se consigue con libertad.
Se habla de su revolución vitivinícola, criticada por unos, admirada por otros y copiada por alguno. El tiempo, al final, le ha dado la razón. Ha logrado consolidar todos sus proyectos y situar su amplia gama de vinos en todos los mercados.
Desde el principio mi objetivo fue apostar por variedades totalmente desconocidas en España: Syrah, Petit Verdot, Merlot y Cabernet Sauvignon. También me interesé por los regadíos artificiales, empleando las últimas técnicas norteamericanas, y tuve la suerte de contar con el asesoramiento de Emile Peynaud, Michel Rolland y Richard Smart. Esa fue mi revolución, con el firme propósito de elaborar grandes vinos de calidad. Ya han pasado más de veinte años y en casi todas las viñas españolas nos encontramos con regadíos por goteo, viñas en espaldera y procedimientos entonces inimaginables.
A partir de su bodega manchega, Dominio de Valdepusa, usted consolidó una marca, unos vinos, y amplió sus «dominios». ¿Ese talante rebelde e inquieto no le deja descansar nunca?
Mi aventura en Malpica la he querido trasladar a casi todos mis proyectos. Por ejemplo en Rioja: en el Dominio de Susar tenemos un viñedo de algo más de 20 has. donde conviven la Tempranillo con las variedades experimentales Syrah, Merlot y Cabernet Sauvignon . Aquí también utilizo el riego por goteo y el «canopy management», sistemas que me han dado buenos y contrastados resultados en Toledo. También hay que destacar nuestra incursión en los Arribes del Duero, con Bodegas Durius, una de las zonas emergentes con un potencial impresionante, o el proyecto que hemos abordado en Madrid, que se llamará seguramente Palacio Rincón, y en donde estoy trabajando con 8 has. de Syrah. Tengo muchas cosas en mente, como reconducir mis explotaciones hacia la vitivinicultura ecológica, e incluso voy a comenzar este año a elaborar aceite de oliva en Valdepusa, bajo el nombre Capilla del Tajo.
Usted, que ha sido un constante defensor de las variedades foráneas, también sabe valorar las autóctonas.
Por supuesto. La Tempranillo es nuestra uva más internacional y a la que hay que cuidar y promocionar por su gran personalidad. La Graciano no se queda atrás, la llevo estudiando desde hace tiempo y la comparo con la Petit Verdot bordelesa, o la Garnacha, de la que se puede sacar mucho partido si se la conoce bien porque atesora un potencial increíble.
Ante la fuerte competitividad que sacude a los mercados, qué cree usted que se valora más, ¿la marca, las variedades, los precios...?
El consumidor es cada vez más sofisticado y más entendido. Quiere disfrutar, divertirse y probar vinos diferentes. Yo creo que la variedad prima mucho a la hora de elegir un vino, pero la marca también es importante porque sin ella no existe estrategia comercial viable, ni lealtad posible por parte del consumidor.
Y dentro de este panorama de vinos de autor, vinos de alta expresión, vinos de nuevo diseño, ¿dónde se enmarcan los vinos de pago que promueve la Asociación de Grandes Pagos de Castilla que usted preside?
Precisamente ese nuevo consumidor reclama vinos distintos, singulares, que respeten y reflejen las cualidades del terruño y que saquen lo mejor de cada variedad. En esos gustos se mueven los vinos de pago que queremos promocionar desde la asociación, donde ponemos todos nuestros conocimientos técnicos y científicos al servicio de estos nobles y naturales vinos. Es un camino más para luchar contra la homogeneización.
Usted ha colaborado en la concepción y puesta en marcha de algunas de las bodegas más destacadas de la actualidad vinícola de nuestro país, con ejemplos sobresalientes como Dehesa del Carrizal, Finca Vallegarcía o Cortijo Las Monjas. Por amistad, usted ha hecho casi todo: compartir conocimientos, técnicos, bodega... ¿Es como una utopía hecha realidad?
En los países anglosajones la gente se ayuda mucho, intercambia sus experiencias con el fin de mejorar las técnicas empleadas tanto en viticultura como en enología. Mondavi es un ejemplo de ello. Sólo compartiendo los conocimientos se puede crecer; de lo contrario, te pasas la vida mirándote el ombligo y quedas aparcado al margen de la evolución, de los cambios que se producen a tu alrededor. Yo confío mucho en el futuro vinícola de España, tenemos unas condiciones ideales para producir vinos de muy alta calidad. Por eso, en esta aventura colectiva debemos enriquecer nuestro acervo común y aplicar todos los medios técnicos y humanos que sean necesarios para estar al nivel de calidad que exigen los mercados, y ocupar el liderazgo que nos corresponde por nuestro extraordinario potencial cualitativo.
El aristócrata del vino
Carlos Falcó y Fernández de Córdova, es uno de los personajes que ha entrado a formar parte de la historia del vino español gracias a sus arriesgados e innovadores proyectos. Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Lovaina (Bélgica) y graduado posteriormente en la Davis University (California), pertenece a uno de los linajes históricos españoles de mayor abolengo: ostenta los títulos nobiliarios de Marqués de Griñón y Marqués de Castelmoncayo. Carlos Falcó es, además, un noble del vino. Es un librepensador, siempre en boca de muchos por sus intrépidas y osadas prácticas enológicas, demostrando con paciencia y mucho tiempo que se pueden hacer vinos sorprendentes, personales y de gran calidad, teniendo como único axioma la libertad de creación. Sus logros despertaron la curiosidad de más de un bodeguero, sobre todo en La Mancha, y entre todos derribaron las murallas mentales que hacían pensar que las tierras manchegas solo podían dar vinos imposibles. Ahora, pasados más de veinte años desde que Falcó comenzara su personal revolución, sigue fiel a sus principios. Para él sólo hay un lema: «está prohibido prohibir».