- Redacción
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- 2001-10-01 00:00:00
Con él llegó la fama y la gloria, pero detrás estaba el sueño se su abuelo por poseer viñas, bodega y vinos propios. Julio Faustino Martínez hizo realidad ese sueño y lanzó la marca Faustino, que ha hecho famosas a las bodegas del grupo dentro y fuera de nuestras fronteras. Su apuesta más fuerte es el viñedo, la única garantía para obtener vinos de la más alta calidad.
Vinum: La familia Martínez es una de las casas centenarias de la Rioja Alavesa. Una saga que ha marcado un estilo muy personal en los vinos y en su forma de entender un proyecto empresarial. ¿Podríamos decir que es un imperio vitivinícola?
Julio Faustino Martínez: Nada más lejos de la realidad. Somos una familia enamorada de la viña y de la bodega, que ha logrado llegar hasta la cuarta generación a base de ideas claras, asumir riesgos importantes y reinvertirlo todo. Hoy el dinero está barato, pero nosotros hemos tenido que financiar gran parte de nuestro desarrollo con dinero carísimo porque los años 50 y 60 fueron muy difíciles.
Entre esas ideas claras está su obsesión por la propiedad de la tierra.
Yo creo que una bodega debe tener viñedo propio porque sólo la propiedad de la tierra garantiza la calidad de los vinos en un proyecto de futuro. Por eso en nuestras inversiones la tierra va por delante, es lo primero. La combinación sabia de uva y tierra es esencial. Hay que volver a los rendimientos de hace diez años para obtener vinos de alta calidad, y después saber comercializarlos. La oferta de vinos no se parece en nada a la de hace una década, y los nuevos consumidores tampoco. En este entorno de cambio el futuro de nuestros vinos tiene una base sólida, nuestras viñas, pero debemos trabajar cada día más para anticiparnos a las necesidades y gustos de los nuevos consumidores.
Pero siempre ha defendido los vinos «finos y señoritos», más tradicionales. ¿Cómo se adapta uno a los nuevos gustos y tendencias sin traicionar sus principios?
A mi siempre me ha gustado elaborar los vinos que yo llamo señoritos, aquellos que se dejan beber, que tienen su aroma y una gran finura al paladar, distinguiéndolos de los vinos para catar, destinados a la crítica especializada y a los periodistas, que son los que van cambiando en definitiva las tendencias en el consumo. Pero era necesario prestar atención al gusto de esos consumidores que buscan vinos de nuevo estilo, más innovadores, con más estructura, color y taninos... y ahí es donde mis hijos han hecho su apuesta con vinos como el Faustino Reserva o el Faustino de Autor. En definitiva lo que importa es la calidad y en nuestra casa está siempre presente. Yo mantengo mi filosofía y mis gustos, pero no cierro los ojos a las nuevas corrientes. Como consumidor espero que poco a poco todos sepamos más de vinos y con ello podamos diferenciar la calidad de los mismos, no las marcas.
Parece que la cuarta generación está plenamente involucrada con el mundo del vino y que la continuidad del grupo y de los vinos está garantizada.
Sí, de mis cinco hijos -tres chicas y dos chicos- cuatro se han integrado en el grupo. Es una suerte y un orgullo para mi porque yo empecé a los quince años a elaborar vino y he estado prácticamente solo en los momentos más difíciles de la bodega, cuando a la hora de tomar decisiones importantes era más impulsivo y arriesgaba mucho. Creo que ya se impone un relevo y la cuarta generación de los Martínez está más que capacitada para ello. Yo voy a empezar a ejercer de «hombre pensador» de la bodega. Con lo que he vivido puedo ayudarles a analizar con más seguridad nuevos proyectos, nuevos vinos, nuevas inquietudes.
Están ustedes en plena expansión, no sólo en La Rioja sino en otras zonas vinícolas españolas como Navarra, La Mancha o Ribera del Duero. ¿Por qué estas zonas?
Siempre hemos invertido en zonas que conocíamos bien y en las que estábamos seguros de obtener vinos de alta calidad. En Campillo quería hacer una bodega en base a un proyecto, no sucesivas ampliaciones como hasta ese momento hacíamos. Encontré un arquitecto dispuesto a hacer algo totalmente distinto y creo que lo conseguimos. Las Bodegas Borgia de Navarra son el resultado de una mezcla entre lo sentimental y lo comercial. Mis abuelos y mi madre eran navarros, y yo había trabajado elaborando vinos por esta zona. Todo ello unido a que el consumidor demandaba probar vinos de otras regiones, además de la proximidad de la Rioja Alavesa, dio como resultado el nacimiento de Bodegas Borgia, donde elaboramos vinos varietales de Cabernet Sauvignon y Merlot. El proyecto manchego de Bodegas Leganza surgió de una oportunidad inesperada. Apareció una finca con su bodega, y la verdad es que el viñedo nos enamoró en cuanto lo vimos. Son los vinos que más nos han sorprendido. En cuanto a Ribera del Duero escogimos el camino más largo: lo primero, la tierra. Conozco los vinos de Gumiel de Izán desde hace 40 años y decidí apostar por esta zona. Inicialmente tuvimos que sortear bastantes dificultales, en una zona sin concentración parcelaria, para conseguir agrupar parcelas de 4/5 hectáreas. Aquí vamos más tranquilos y todavía queda mucho por hacer. Pero lo más importante es que cada bodega tiene su propia personalidad e independencia. Hay unos servicios comunes para todas ellas, pero procuro que cada una y su equipo desarrollen vinos en consonancia con las características del terruño y la impronta del enólogo de cada bodega.
¿Hay más proyectos en mente? ¿Con cuál de los ya realizados se siente más unido?
Las inversiones son siempre a muy largo plazo. Empiezas hoy, y el primer vino sale al mercado al cabo de cinco años. Se asumen riesgos muy importantes. En este momento tenemos que hacer que los nuevos proyectos que hemos iniciado vayan cogiendo su velocidad de crucero, es decir, que vaya empezando la comercialización de los nuevos vinos y consolidándose en los mercados. Quizás el que más me ilusionó fue Campillo. Es la bodega que yo tenía en mi cabeza, y allí puse muchas horas, viajes, ilusión y vida, pero de alguna manera los proyectos son como hijos de distintas edades, y posiblemente preste un poco más de atención a los recién nacidos.
¿Cómo ve el devenir actual del vino, no sólo como bodeguero, sino como consumidor?
Las calidades de los vinos han aumentado considerablemente en todas las regiones españolas. A la globalización de las variedades y los gustos le está sucediendo una búsqueda de vinos varietales elaborados a partir de cepas que estaban casi olvidadas, lo cual está compensando los efectos de la globalización. En este momento el gran beneficiado es el consumidor porque tiene una oferta de vinos impresionante, junto con el valor añadido de que el vino es un producto saludable.
Un sueño romántico
Todo empezó en tiempos de la revolución intelectual. Corría el año 1861, y el ideal romántico impregnaba Europa. Por aquel entonces, Eleuterio Martínez Arzok sale de su pueblo natal en busca de un sueño que encuentra en Oyón, Álava, donde, comprando casa y viñas, comienza a elaborar sus propios vinos. Pero con el comienzo del nuevo siglo llegó la fatal filoxera y hubo que empezar de nuevo. Su hijo Faustino Martínez Pérez de Albeniz recoge el testigo en 1930 y pasa del granel a la botella, creando las primeras marcas. Es el nieto del fundador, Julio Faustino Martínez, quien culmina la hazaña, en 1957, y consolida la imagen de los vinos y de la bodega. Un hombre que se ha hecho a sí mismo, pero siendo fiel a sus orígenes, con una clara visión empresarial y una gran pasión: la tierra, el único aval de calidad para sus vinos.