- Redacción
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- 2002-10-01 00:00:00
Con un Tannat domado pero con estilo propio, la familia Pisano quiere dar a su país una imagen de calidad en el campo del vino. «Lo que logró Argentina con el Malbec, lo conseguiremos con nuestro Tannat», asegura Daniel Pisano. En su despacho hay una fotografía en la que aparece usted en su bodega con el príncipe Carlos de Inglaterra. ¿Qué le pareció al príncipe su vino? Nuestro Tannat le impresionó. El príncipe vende los productos ecológicos que produce en sus fincas a través de la cadena Waitrose, la misma que distribuye nuestros vinos. Nos dijo que la próxima vez que fuera a un establecimiento de Waitrose en Inglaterra, compraría una botella de nuestro Tannat. Creo que realmente entiende de vino. En las últimas décadas, Chile y Argentina han ascendido fulgurantemente en el mundo de los vinos. ¿Los seguirá ahora Uruguay? Con sólo 9.000 hectáreas de viñedos y una importante demanda interna, Uruguay no dispone de las cantidades necesarias para desempeñar un papel importante en el mercado internacional. Pero existen buenas posibilidades para las aproximadamente 30 bodegas que se han comprometido con un vino de calidad. Chile y Argentina nos han allanado el camino. Creo que existe mucho interés por los vinos sudamericanos. ¿Puede Uruguay ofrecernos algo nuevo? Con la variedad Malbec, Argentina creó un vino de carácter propio, que le ha permitido destacar internacionalmente. Con el Tannat, Uruguay tiene un as similar en la manga. Pero la variedad Tannat tiende a proporcionar vinos angulosos, estrictos, marcados por los taninos. No corresponde precisamente a la moda actual en el vino... Hace diez años, también la variedad Malbec argentina daba un vino rústico. Desde entonces, los vinicultores han aprendido a conseguir de ella más frutosidad y elegancia. Este lavado de cara es el que trajo consigo el éxito. Últimamente, muchos Malbec argentinos resultan tan emperifollados -esto es, con tanto aroma de madera de roble- que apenas se los puede distinguir de un Shiraz australiano. ¿Forzará usted su Tannat de un modo similar? En el Malbec también existen otros ejemplos positivos: vinos opulentos y marcados por la fruta, que a pesar de ello siguen representando con carácter propio la variedad y el terreno. O piense usted en el vinicultor francés Alain Brumont, en Madiran. Él también ha conseguido obtener con la uva Tannat unos vinos que, a pesar de su carácter especial, entusiasman a los amantes del vino. ¿Prevé usted hacer algo similar con su nueva cuvée de la máxima categoría Arretxea, lanzada con la cosecha del 2000? Sí, ese vino se basa en una selección muy estricta. Sólo empleamos las mejores uvas de nuestra finca Viña Barrancal Estate. El Tannat, por ejemplo, procede de cepas muy viejas. Para pulir algo las aristas, la cuvée también contiene Cabernet Sauvignon y Merlot. Pusimos especial cuidado en la crianza en madera. ¿En qué sentido? Queríamos impedir a toda costa que el vino se viera excesivamente marcado por la crianza en barrica. Lo que buscamos es un vino densamente tejido, complejo, en el que la madera sólo esté presente como un apoyo. Fueron necesarios años de complejas experimentaciones para averiguar qué tipo de madera de roble le iba mejor a nuestro Tannat. ¿Y cuál es la madera que mejor le sienta? Son barricas del tonelero borgoñón Berthomieu. Esta empresa sólo utiliza roble secado al aire durante un mínimo de 26 meses, procedente de los bosques franceses de Darnay y Bertragnes. Para el Arretxea seleccionamos finalmente 28 barricas, lo que supone un total de unas 8.000 botellas. ¿Por qué se supone que Uruguay proporciona el terreno adecuado para la uva Tannat? Desde luego, el hecho de que la variedad se haya extendido tanto aquí responde en cierta medida a la casualidad. Emigrantes vascos trajeron consigo la uva Tannat en torno a 1870. Desde entonces se ha adaptado óptimamente a las condiciones locales, y casi se ha convertido en la variedad nacional. ¿Cuáles son las zonas de cultivo más interesantes en su país? La mayoría de los buenos vinos, y entre ellos los nuestros, proceden del sur del país, en torno a la capital Montevideo. El clima está marcado por la influencia del cercano Río de la Plata. Sin embargo, la cuestión de la zona de origen sólo está empezando a tomarse en consideración muy gradualmente. Esto tiene la ventaja de que aún es posible comprar terrenos de cultivo de vid a precios económicos. Un terreno de primera categoría apenas cuesta más de 2.000 dólares la hectárea. Mientras que la economía de Chile, el principal país vinícola de Sudamérica, se encuentra en pleno auge, su vecina Argentina está sumida en una profunda crisis económica que también amenaza a la vinicultura. ¿Cuál es la situación en Uruguay? Uruguay tiene una economía sana. Sin embargo, llevamos un retraso de al menos diez años con respecto a Chile. La clase acomodada es muy pequeña, y se desarrolla muy lentamente. De los 3,5 millones de habitantes de nuestro país, sólo 10.000 pueden permitirse viajar habitualmente en avión. Por eso, nuestros vinos de máxima categoría están dirigidos también a la exportación. Entonces, ¿el mercado nacional no resulta atractivo para ustedes? Nuestra política es seguir desarrollando la exportación sin dejar de lado el mercado interior. Desde que en 1997 participamos por primera vez en la «Vinexpo» a modo de prueba, nuestra cuota de exportación subió hasta un 40%. Es una cifra enorme para una pequeña empresa familiar. Por otra parte, seguimos abasteciendo al mercado nacional con las clásicas botellas de tres litros. Estamos orgullosos de que también ese vino sencillo sea considerado el mejor de Uruguay, lo que hace que se venda a precios bastante elevados. Pero sus vinos también se encuentran en supermercados ingleses. Es un reto interesante. Por ejemplo, para la cadena Marks & Spencer hemos creado el «Polo Sur», que se vende a unas 10 libras. La etiqueta causó gran sensación. Muchos consideraban que se trataba de un grabado artístico. Sin embargo, los trazos de lápiz muestran los contornos de Sudamérica, aunque con la orientación opuesta a la habitual: por una vez estamos arriba en el mapa, y Europa abajo. Con eso queríamos decir que la forma en que se ve a los demás siempre depende de la perspectiva...