Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Dossier: La arquitectura del vino, entrevista con Jacques Herzog

  • Redacción
  • 1999-10-01 00:00:00

En el gran espectro que se extiende entre la apariencia y la existencia, la “arquitectura del vino” moderna suele inclinarse hacia la primera. Las imitaciones de templos, pirámides y castillos son la regla general. La excepción es la bodega Dominus Winery, en Napa Valley, diseñada por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. Con inusual coherencia, allí la función central del edificio es la que marca su identidad visual. Vinum habló con Jacques Herzog sobre formas y deformaciones.

Vinum: ¿Cuáles son los vinos que usted realmente prefiere descorchar?
Herzog: Mi tendencia se orienta básicamente al burdeos, y me surtí de La Conseillante y de La Fleur-de-Gay cuando aún se podían pagar.

¿Y Château Pétrus?
Me resultaba caro.

¿Cómo fue cuando el propietario de Pétrus, Christian Moueix, lo llamó para encomendarle la construcción de su bodega Dominus en California?
Cuando se tiene una afinidad con el vino, un encargo así es algo muy especial. Además, Christian Moueix no es cualquier vinicultor, sino que es tan exigente consigo mismo como nosotros con nuestra arquitectura. Por cierto que, hasta ese encargo, yo nunca había bebido Dominus. Cosa que subsanamos entonces. Sobre todo las cosechas de los años 90 de Dominus son francamente lo mejor que he bebido nunca. Un reto inmenso, pues teníamos que estar arquitectónicamente a su altura.

¿Y qué quería Christian Moueix?
El contacto se estableció a través de su mujer, Cherise Chen-Moueix. Es verdad que, al principio, Christian Moueix no estaba predispuesto a una arquitectura como la que proponíamos. Su concepción estaba marcada por Burdeos. Pero nuestras ideas, en definitiva, siempre se basaban en reflexiones funcionales. Así lo fuimos conquistando paso a paso, atrayéndolo hacia nuestro camino.

¿Qué tiene de especial la nueva construcción para Dominus?
Por sus dimensiones es un edificio americano. Pero al mismo tiempo, se sitúa plenamente dentro de la tradición de la cultura arquitectónica europea, por ejemplo en lo que respecta a la regulación climática.

¿Podría explicar con más detalle esa dimensión americana?
El edificio tiene 100 metros de largo, 25 de ancho y 9 de alto, y lo atraviesa el camino que cruza el viñedo por un gran vano rectangular. En las zonas tradicionales de viticultura en Europa habría sido difícil situar en el viñedo un cuerpo de construcción tan parecido a un hangar. En los EE.UU., se puede. Dominus demuestra que también un volumen tan absolutamente geométrico puede integrarse en la textura del viñedo. Y el edificio se relaciona con su entorno. A través de los vanos, la mirada sobre el paisaje se enmarca en Cinemascope.

¿Y la dimensión europea?
Empleamos estrategias para la regulación del clima de la casa totalmente desconocidas en los EE.UU., y que enlazan con tradiciones europeas ancestrales. En el Napa Valley, los días son extremadamente calurosos y las noches muy frías. Para la fachada hemos empleado rejas de metal, que hemos rellenado con piedras de la zona. Estos enrejados de piedras forman un escudo térmico ante las verdaderas paredes interiores. La masa de roca protege de día del calor, y de noche del frío. Aunque el termómetro suba a 40 grados, dentro no hay más de 17 grados. Posiblemente sea la única bodega de California que funciona sin aire acondicionado.

¿Se construyó sin aire acondicionado?
Por nosotros, podrían haberse ahorrado el dinero. Pero supongo que los técnicos no se fiaban de nuestro concepto. Ahora la Dominus Winery dispone de un aire acondicionado reglamentario, aunque apenas se utilice. Así se manifiestan las diferencias culturales. En California, el vino está bajo constante vigilancia y regulación de la temperatura. No le dejan ninguna libertad. En Burdeos, el vino se considera como organismo independiente, capaz de equilibrar pequeñas diferencias de temperatura, como lo hacen los músculos del cuerpo humano.

¿Le gustó el Napa Valley?
El valle es bellísimo. Pero, arquitectónicamente hablando, no vi nada que mereciera la pena recordar.

¿Y el famoso edificio circular de Opus One?
Demasiada puesta en escena.

¿Y Clos Pegase, con su efecto de templo?
Sólo diré una cosa: hay mucho que tiene más que ver con parques temáticos tipo Disneylandia que con el vino. En Burdeos, el vino se hacía originariamente en construcciones funcionales agrícolas, sin pretensiones arquitectónicas. Eso es algo que sí puedo aceptar. Sin embargo, las wineries en el Napa Valley fueron construidas con intenciones concretas. Pero los mensajes son banales.

El vino tiene carácter de culto. Por eso se le honra con templos, plazas de toros y pirámides.
El que crea dar más importancia a su vino si apila sus barricas en templos romanos o en pirámides pseudo-egipcias, se lo está poniendo demasiado fácil.

¿Cuál sería la premisa para hacer una buena arquitectura del vino?
Se trata de conseguir complejidad basándose en reflexiones simples. Así es en arquitectura y, según aprendí de Christian Moueix, también en vino.

¿Encuentra usted otros paralelismos?
Ambos tienen que ver con transformación y metamorfosis. El vino en la copa evoca imágenes que ya poco recuerdan a la uva de la que procede. Algo parecido ocurre con nuestro edificio. La fachada está compuesta de masa, y sin embargo, en determinadas zonas las piedras se han apilado muy sueltas, de manera que la luz del día pase hacia el interior, y de noche, la luz artificial hacia el exterior. Así se resuelve nuevamente la masa. La reja de piedras que momentos antes parecía una masa, se convierte en reja de luz, tan vaporosa como la ropa interior femenina…

enoturismo


gente del vino