- Redacción
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- 2007-11-01 00:00:00
La OCM del vino no deja indiferente a nadie y menos al consejero de Agricultura vasco. Ve peligrar un modelo vinícola de calidad como el riojano, que tanto ha costado consolidar, por culpa de unos imperativos europeos, a su juicio mal enfocados, que cuentan con la anuencia de nuestro gobierno, algo ajeno a la debacle que se avecina para el sector. A mediados del pasado mes de octubre, el secretario general de Agricultura del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), Josep Puxeu, anunció que en breve se podría iniciar la verdadera negociación sobre la Organización Común de Mercado del Vino (OCM), que podría llegar a su aprobación el próximo mes de diciembre de 2007, bajo la presidencia portuguesa o, si las cosas se tuercen, para el primer semestre de 2008, bajo la presidencia eslovena. Por su parte, la comisaria de Agricultura de la Unión Europea (UE), Mariann Fischer, ha manifestado, a estas alturas de la contienda y después de ver que muchas de las propuestas de la Comisión Europea son demasiado duras de asumir por varios de los estados miembros, que está dispuesta a ceder en algunos temas para llegar a un acuerdo. Propuestas que, en el caso español, más que centrarse en el arranque de viñedo -que de las 400.000 has. iniciales se ha pasado a 200.000-, se focalizan en asuntos como la liberalización de las plantaciones, la pretensión de simplificar el etiquetado (menciones de variedad y añada para la totalidad de los vinos) o la dotación de fondos prevista para promoción. Después de meses y meses de reuniones, de multitud de manifestaciones públicas, de encuentros y desencuentros... lo que a fecha de hoy no se comprende es, precisamente, que exista tan poco entendimiento entre todos los protagonistas de esta reforma. No se ha alcanzado un verdadero consenso ante una reforma que va a tener notables consecuencias en uno de los sectores más importantes de nuestro país. Tampoco se comprende, por parte de los «creadores» de la nueva OCM, la poca percepción de que la viticultura europea varía mucho de un estado miembro a otro, y también de una región a otra. Esta heterogeneidad tan explícita es la razón de peso de por qué el sector no puede tratarse de la misma manera en toda la UE. Una de las zonas en las que más rechazo ha suscitado la propuesta de la Comisión Europea es Rioja, que ve peligrar la esencia de las denominaciones de origen calificadas. Por ello, los gobiernos de La Rioja, Navarra y el País Vasco, representados por sus consejeros de Agricultura -Íñigo Nagore, Begoña Sanzberro y Gonzalo Sáenz de Samaniego, respectivamente-, se han unido y han redactado un documento para luchar por un modelo europeo de los vinos de calidad. Uno de sus firmantes, Gonzalo Sáenz de Samaniego, nos pone al día sobre lo que acontece a instancias ministeriales y europeas. ¿Qué es lo más preocupante para usted de la OCM? Los aspectos donde la Denominación de Origen Calificada Rioja pierde valor, como es la liberalización de plantaciones. Supone un gran perjuicio para productores, viticultores, propietarios de grandes tierras... para todos. Si eso se lleva a cabo, implicará un cambio radical, bestial, que pondrá en grave peligro el mantenimiento de la estructura socio-económica de La Rioja. Va a provocar un modelo de concentración en grandes bodegas. Ocasionará una progresiva pérdida del valor del viñedo, del suelo. Teniendo el conocimiento y la práctica diaria de lo que significa este modelo de calidad, tan asentado, tan vinculado a la propia tierra, al viñedo, que ha generado riqueza y que es digno de admirar por el desarrollo que ha tenido para la región, no estamos dispuestos a abandonarlo. Las nuevas reglas de etiquetado de los vinos tampoco son santo de su devoción. La propuesta europea es: «vamos a simplificar». Quieren hacer modelos que copien lo interesante del concepto de la D.O. o de las Indicaciones Geográficas, y trasladarlo al resto de los vinos. Eso es perder un patrimonio que las Denominaciones de Origen (DD.OO.) han defendido capeando y consolidándose en el exterior durante mucho tiempo. Al final da cartas de ventaja a vinos que no han liderado mercados, ni han estado en los lineales en el pasado. Este concepto es generalista, abandonando las líneas de las DD.OO. para ir a un patrón mucho más global, más internacional del vino. No digo que este planteamiento no sea lícito a nivel europeo, pero el camino a seguir es el de aquellos modelos vitivinícolas que hemos visto que dan resultado. Si la OCM sigue adelante, Europa estará lamentablemente en un proceso de retroceso. Parece que la OCM agotará el calendario de reuniones con los agentes implicados, se aprobará y no logrará satisfacer a prácticamente nadie. La gestión que el Ministerio de Agricultura está haciendo en esta reforma no es la más acertada porque, si bien entendemos que los intereses vitivinícolas nacionales son más complejos, y diferentes a los particulares de cada zona, lo cierto es que está haciendo causa común de un solo modelo, el que impone Europa. Cuando en realidad es el modelo de D.O. el que ha hecho el esfuerzo económico, la promoción, ha abierto mercados y ha incrementado las ventas año tras año. Lo lógico es hacer bien las cosas, seguir la estela de aquel que en su negociado funciona, no seguir la estela del que ni siquiera crea mercados, ni ha sabido ganar calidad, ni hacer un reparto inteligente de la gestión territorial, del suelo, del terreno... ¿Qué aporta una gestión enfocada al más común de los vinos y menos orientada a los vinos de calidad? Nada. Posiblemente estemos ante una OCM continuista, similar a la anterior, pero cargándonos aquello que nos está dando valor. Lo triste es que todos estamos de acuerdo en que la actual OCM es mala, mantenerla sería un fracaso. Para usted la política europea está llena de complejos. La política europea tendría en estos momentos que estar liderando los mercados en materia de vinos, pero lo que en realidad está es a verlas venir, a merced de lo que llega de fuera. Está desarrollándose con la mirada puesta fuera de las fronteras europeas, sirviendo a intereses que no son estrictamente los del sector. Cuando lo que debería hacer es defender y promocionar nuestro patrón y nuestra cultura del vino. Es bueno que vengan nuevos modelos, porque eso sin duda abre nuevos canales de comercialización, favorece la competitividad, pero la referencia de calidad está en Europa. Eso hay que aprovecharlo, no desvirtuarlo, debemos ser nosotros los que ganemos esos mercados. Es una política acomplejada, y es difícil liderar con complejos. Quizás para los artífices de la reforma, el modelo que usted defiende está obsoleto, con demasiadas restricciones y corsés. De acuerdo, pero vamos a hablar de cuotas de mercado. ¿Cuál es el modelo que se está comercializando en Europa y que está triunfando? ¿La D.O. rígida o «el todo vale»? ¿Que la D.O. debe ser menos rígida? Por supuesto, pero el todo vale no es la opción. Tenemos la oportunidad y potencial para ser líderes europeos. Nos obligan a arrancar 200.000 hectáreas. De esta manera desaparecerán las menos productivas pero de gran calidad, el viñedo viejo dotado de una singularidad excepcional... y quedarán los viñedos de 15.000 kilos/ha., de regadío. No vamos a perder ni un kilogramo de producción pero sí viñedos de calidad, únicos, y tendremos los mismos excedentes. ¿No sería más factible orientar esa reforma en invertir en promoción y en conquistar mercados? El verdadero valor social que tiene nuestro modelo vinícola está en el control de plantación y de producciones, con unos rendimientos óptimos. Ir a otro que suponga la desaparición del pequeño agricultor y propicie concentraciones no es viable. Otro lastre, como país productor, es no ser capaces de frenar la caída del consumo de vino en el mercado interior. ¿Cómo cambiar esta tendencia? Invirtiendo en comunicación, en promoción, y destacar esas virtudes, esos valores positivos y saludables que tiene el consumo moderado de vino. El gran reto sería lograr que el consumo de vino fuera diario, sobre todo entre la juventud, siempre, insisto, desde un planteamiento responsable. El vino puede ser el gran aliado de los poderes públicos a la hora de combatir el consumo incipiente de alcoholes por parte de los jóvenes. Debemos lograr que los jóvenes se adentren a la cultura del vino, hacerlo un descubrimiento, una vivencia. Los vinos de maceración carbónica pueden ser una opción excelente para ese primer acercamiento. Su exultante frescura, su juventud, esa riqueza de aromas que transmiten son ideales reclamos para captar a esos jóvenes. Un primer vino magnífico para seguir curioseando en el mundo del vino. Además, refleja la esencia y singularidad de la Rioja Alavesa. Gonzalo Sáenz de Samaniego Aunque desde 2002, año en el que accede a la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación del País Vasco, está desvinculado del negocio familiar, Bodegas Ostatu, lleva el vino en la sangre, como todo alavés que se precie. Nació entre viñas, aprendió a andar pisando uvas, y tiene claro que, cuando termine su etapa política, su vida seguirá ligada al vino. Natural de Samaniego, municipio alavés del que también fue alcalde (1991-1999), siente Rioja como un patrimonio que salvaguardar y defender a capa y espada frente a propuestas europeas inadmisibles, como la OCM del vino, que suponen un total desmantelamiento del sector y de la esencia misma del vino de calidad. Es firme en su postura crítica en cuanto a la gestión del MAPA por su falta de voluntad de alcanzar un acuerdo entre las Comunidades Autónomas y organismos que han mostrado su rechazo a una reforma que quiere imponer una liberalización salvaje de plantaciones, la desvalorización del etiquetado y la pérdida de ese patrimonio tan preciado. Un tiempo malgastado, muy valioso ahora que se aproxima la fecha de aprobación de la OCM. Pero su lucha personal y política continúa, junto con los gobiernos de Navarra y La Rioja, y agotará todas las vías posibles para ser oídos.