- Redacción
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- 2008-04-01 00:00:00
Varias generaciones de españoles han vibrado con su música y han hecho suyo el mensaje de sus letras, medio mundo ha cantado sus canciones y se ha enamorado con su poesía. Joan Manuel Serrat ha sido la voz que ha removido nuestras conciencias; y ahora, metido a bodeguero, sueña con que sus vinos transmitan ese mismo mensaje. Usted goza de fama de trabajador incansable, aunque la música le ha secuestrado de tal forma que se le conocen poco otras facetas. ¿Cuánto tiempo hace que se involucró en el mundo del vino? En el año 1998, un grupo de amigos me propuso entrar en una sociedad que albergaba el propósito de invertir en esta comarca, de plantar viñas, de elaborar productos ligados a la tierra. Me trajeron en un día primaveral de espléndida luminosidad y absolutamente “tramposo”, era un verdadero canto a la vida, las plantas aromáticas estaban en pleno funcionamiento, los grillos daban su concierto chillando como desquiciados, el río transparente, limpio y fresco, lleno de pájaros revoloteando... Era un día precioso, resplandeciente, parecía un pasaje de una novela de Zane Grey, e inmediatamente me enamoró el proyecto que se planteaba. ¿Qué ofrecían estas montañas para involucrarse de esa manera tan fulminante y entusiasta? El proyecto planteado era totalmente novedoso para mí, encaminado a potenciar la viticultura tradicional, se trataba de recuperar los bancales que existían antiguamente o de crear otros de forma que se aprovechara todo el potencial de la cepa y el microclima de cada parcela. Se compraron unas 300 hectáreas entre los pueblecitos de Cornudella y La Morera de Montsant: una finca llamada Mas Perinet preciosa, pero la gran mayoría de las terrazas estaban abandonadas y llenas de maleza. Me entusiasmó el plan de recuperación hidráulica con pequeñas presas que retenían el poco agua que tenemos en el Priorat, cómo captarla, reconducirla y almacenarla para luego aprovecharla. Terminó de convencerme sobre todo la idea de que se programaba una empresa que anteponía el respeto a la naturaleza a intereses lucrativos. ¿Por qué, viniendo como viene de una carrera de Agricultura (perito agrícola), ha tardado tanto en entrar en el mundo del vino? Yo tengo muy claro que mi vida es la música. Siempre he vivido muy vinculado al mundo del arte, al escenario, al espectáculo. Al incorporarme a este proyecto buscaba un mayor contacto con la creatividad, y aportar a él, más que cuestiones de tipo técnico (aunque hay que decir que hoy en día mis estudios de la universidad hubiesen servido para poco en esta casa), criterios de tipo creativo. Uno de los grandes logros de esta empresa es que cada uno conoce muy bien su cometido, sabe cuál es su parcela y se respeta mucho el trabajo de los demás. Mi aportación por ahora principalmente es “chafardear” (curiosear), aunque, desde luego, estoy al corriente de todos los movimientos que se hacen en la bodega, me gusta prestar atención y seguir cada paso que dan los vinos y me ilusiona observarlos hasta el resultado final, hasta su embotellado. Decía Benito Juárez que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esa regla se aplica en esta bodega de forma tajante. Como aficionado al vino y amante de su cultura, ¿cuál es el tipo de vino con el que disfruta más? Desde siempre he consumido vino, de jóvenes bebíamos aquellos vinos de clara procedencia y dudosa calidad, pero después invariablemente le he prestado suma atención al mundo del vino, siempre me ha parecido un puntal básico de nuestra cultura mediterránea. ¿Que cuál es el tipo que me gusta? Quiero que el vino me ofrezca sinceridad. Si bebo un vino joven, o de corte moderno, o un clásico reserva, siempre le exijo que no haya engaño, que no tengas que descubrir el artificio por ti mismo. Agradezco mucho encontrar esos vinos francos, directos, honrados. Porque sé que detrás hay un gran esfuerzo, un trabajo ímprobo para mostrar la filosofía de la empresa y de las personas implicadas. Entonces, obviamente, ¿los vinos de sus dos bodegas se acercan a este tipo? Tanto los de Montsant como los Priorats que elaboramos son absolutamente claros, no pretenden ser otra cosa que lo que nos quieren decir desde sus colores, sus aromas, sus sabores, sus cualidades intrínsecas. Si tuviera que definir los vinos uno a uno, diría que el Clos María es un blanco que se ha trabajado buscando ese producto diferente que mantiene la frescura y la fruta sin que la característica del terreno, la personalidad de la pizarra se perciba mermada. Creo que lo hemos conseguido, y además crece muy bien en botella añada tras añada. Los tintos, tanto el Gotia como el Mas Perinet, son muy minerales, son hijos fieles de esta tierra, aunque para nosotros es fundamental defender la fruta frente a la pesadez, la concentración o la madera excesiva. ¿El esfuerzo de elaborar un vino tiene algún parecido con hacer una canción? El vino va al corazón de la gente. Es un catalizador de sensaciones, creador de emociones, porque su complejidad aguza los sentidos. Simplemente es lo que pretende el autor cuando compone música o escribe. Todo aquello que conmueve está relacionado con el arte, como el vino, el aceite, la cocina en general… ¿Cuál es la variedad que más le ha atraído o que por sus características le ha sorprendido más? Para nosotros, lo primero son las cepas tradicionales. Hacemos especial seguimiento a la Cariñena y a la Garnacha, pues sería ridículo hacer vino aquí sin su participación. Son variedades que han pasado con holgura el filtro de la historia. Y luego soy un gran defensor de que todo lo que se hace en la vida debe estar basado en la experimentación. Por eso jugamos con otras de gran bagaje: Cabernet, Syrah, Merlot, variedades con las que tienes un éxito casi asegurado. También ensayamos con otras cepas que creemos que tienen cualidades que van muy bien en estas pizarrosas montañas; por ejemplo, vemos interesante probar con la emblemática portuguesa del Douro, la Touriga Nacional. Para el blanco, teníamos Garnacha blanca, Muscat y Chenin, pero vemos que la Viognier aporta unas características muy especiales. En fin, tenemos tal diversidad de pequeños “climat”, de altitud, de suelos, de pizarras, de orientación, que no experimentar con otras cepas sería pecado. ¿Es más rentable la música que el vino? Yo no me involucré en esto pensando que haría un buen negocio, yo no soy un hombre de negocios, no necesito esos fines, esos propósitos materiales para sobrevivir anímicamente o para realizarme, y no voy a cambiar a estas alturas. Vine al Priorat y me enamoré de un entorno bucólico, de un proyecto donde se crea arte, pero afortunadamente no aparecí por aquí para hacer negocios, siempre he sido bastante negado para ello. ¿Qué ha aprendido del vino? Me ha enseñado mucho, a pesar de que llevo relativamente poco tiempo en un sector tan cerrado. Me ha enseñado muchas veces a apreciar lo que está bien y lo que está mal, visto desde otro prisma distinto al que yo poseía, me ha ayudado a saber un poco más acerca de qué hay que hacer en la vida y de lo que hay que rechazar. Como dice el bolero: “Es la historia de un amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal” . «El vino va al corazón de la gente. Es un catalizador de sensaciones, un creador de emociones, su complejidad despierta los sentidos» Joan Manuel Serrat Cantautor de éxito, a finales de los años 90 emprendió una nueva etapa, la de bodeguero, sin renunciar a su bien asentada carrera musical. Fue en 1998 cuando se dejó convencer por dos amigos, Antonio Casado y Alejandro Marsol, para lanzarse a la aventura de montar una bodega. Y compró una finca, Más Perinet, en la encrucijada de dos DD.OO., Montsant y Priorato (Tarragona), contando con la ayuda del enólogo Josep Serra. Aunque estudió para Perito Agrónomo y su familia ha estado ligada al campo, hasta la edad de 55 años no se atreve a participar en un proyecto vinícola «creativo e inteligente». No busca ser un bodeguero acreditado, y tiene mucho cuidado en no convertirse en la mera imagen mediática de sus vinos. Tan solo quiere hacer buen vino, de calidad, como una faceta más de sus preocupaciones artísticas.