- Redacción
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- 2009-01-01 00:00:00
La finca Gaja cumple 150 años, y el camino al futuro ya está preparado. El patrón, Angelo, y su mujer tienen dos hijas, Gaia (31 años) y Rosanna (29), y un hijo, Giovanni (17). Gaia trabaja en la empresa desde hace cinco años y sigue las grandes huellas de su padre con sus propias ideas. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos en lo referente al vino? A principios de los años ochenta, mi hermana y yo prácticamente vivíamos en la bodega; al fin y al cabo, nuestros padres casi siempre estaban allí. Me acuerdo de la pequeña habitación donde dormíamos las dos la siesta: por todas partes había utensilios, revistas y libros de vino. Y la gran mesa donde se pegaban las etiquetas en las botellas. La cola y sus posibilidades me interesaban muchísimo. Y, naturalmente, ahí estaba mi abuelo, muy orgulloso de su bodega y de sus nietas. Con él teníamos una relación muy íntima: nuestros padres eran la autoridad y nuestro abuelo nos consentía más libertades. Su patria chica es Barbaresco, un pueblo de seiscientos habitantes ... Sí, eso evidentemente me marcó. Ya en la escuela producíamos vino y grappa. Un día determinado, cada niño podía llevar a la escuela un saco de uvas, que luego estrujábamos en un barreño. Formaba parte de nuestra clase de ciencias naturales. Así aprendíamos cosas sobre la fermentación y la destilación. Y además hacíamos nuestras propias etiquetas. ¿Nunca ha pensado en cambiar completamente de oficio? En realidad, ni siquiera de niña tuve las típicas ilusiones de ser bailarina o bombero. Quizá me hayan lavado el cerebro, pero cuando tus padres hacen algo con pasión, comprendes que es verdaderamente especial. Ni mi padre ni mi madre han podido quejarse nunca de tener que ir a la oficina por la mañana. Cuando era pequeña, mi padre me llevaba a las catas, el bufé que servían me apasionaba. Todo eso siempre tenía algo de festivo. Por eso nunca he pensado que el trabajo con el vino sea duro o cansado. Sus primeras experiencias en el negocio del vino tuvieron lugar en el extranjero. Estudié Económicas en la Universidad de Pavía y el último año lo hice en Barcelona, con una beca Erasmus. De repente, descubrí un mundo nuevo. No es que estudiara gran cosa, pero aprendí mucho sobre la vida. Naturalmente que fue duro el regreso de Barcelona, que es una constante movida, a Barbaresco. Yo ya me sentía urbana, y como mucho podía imaginarme vivir en Milán. En 2004 me fui a San Francisco durante un año. Allí empecé a trabajar en el negocio del vino, en una gran empresa de importación. Y allí aprendí lo que significa el nombre de Gaja, cuál es nuestra identidad y qué es el vino del Piamonte. También entendí cuáles pueden ser las dificultades del vino del Piamonte en el extranjero. ¿Hay algún instante concreto en que se diera cuenta de todo eso? Un amigo mío coleccionaba vinos de Borgoña y del Piamonte. Un buen día, nos trajo para cenar un Barbaresco de 1989 de Gaja. Con su estilo callado, ese vino me avasalló: allí, en pleno San Francisco, de repente tenía en la nariz aromas de mi casa. Entonces comprendí que tengo una relación muy profunda con mi familia y con el lugar del que procedo. “Dime lo que bebes y te diré quién eres”: Gaia, ¿cuál es su favorito de entre los vinos de Gaja? Alteni di Brassica y nuestro Barbaresco. Alteni di Brassica es un gran Sauvignon, que en cada botella se presenta de modo distinto. Sorprende por su elegancia, porque no se espera de un blanco del Piamonte, y posee un final maravillosamente largo. Lo que me gusta del Barbaresco, a pesar de toda su potencia, es su finura y fragilidad, sobre todo si ha madurado durante mucho tiempo. Y también su delicado aroma. Trabaja ya desde hace cinco años en la empresa. ¿En qué consiste su labor? Sobre todo en viajar al extranjero, hacer contactos, venta y promoción. Nosotros no tenemos un responsable de Marketing ni nada por el estilo; cada uno hace un poco de todo, desde la elección de las etiquetas hasta la búsqueda de personal. Actualmente, el equipo aún es el de mi padre, pero cada vez va siendo más el mío también, porque tomo parte en las decisiones cuando contratamos gente nueva. Además, en los viajes absorbo muchas ideas. Ideas que luego pongo a prueba, para averiguar si son buenas. ¿Resulta difícil trabajar con su padre? Dicen que tiene mucho carácter. No, funciona de maravilla. Lo especial que tiene mi padre es que, con él, las cosas han de ir muy deprisa. Dice media frase y pretende que todos hayan comprendido inmediatamente el concepto íntegro. Pero no es un dictador. Intenta convencer. Si no lo consigue, puede que se enfurezca. Pero primero siempre te deja probar a ver si tu camino tiene éxito. Es evidente que mi padre está muy satisfecho de que la nueva generación siga con su pasión, aunque posiblemente en el caso de un hijo varón habría habido más rivalidad. ¿Aún quedan zonas en las que le gustaría invertir en viñedos? No, con nuestras tres bodegas tenemos trabajo más que suficiente. Mi objetivo es hacer que la empresa existente sea aún mejor y más hermosa. ¿Hay planes para nuevos vinos de Gaja? Siempre estamos planeando nuevos vinos, por ejemplo, estamos trabajando en un blanco de Ca’ Marcanda. Pero aún está por decidir si lo vamos a producir o no. En Pieve di Santa Restituta, en Montalcino, de momento sólo vinificamos Brunello, no hacemos Rosso di Montalcino por principios. Es una tipología en la que mi padre no cree. Tampoco hacemos allí ningún IGT. Pero quizá podríamos cambiar de concepto si el consorcio produce un Montalcino. Ca’ Marcanda, la finca de Gaja en la Maremma, ha tenido un comienzo accidentado... Es obvio que en una zona tan joven se pueden cometer errores, sencillamente porque falta experiencia. Los vinos se sacan al mercado demasiado pronto, no se acierta al calcular el potencial de envejecimiento... En la Maremma no tenemos una tradición como en Apulia, donde se produce vino desde hace siglos. Pero a mí me parece muy interesante que estemos trabajando en tres grandes zonas vinícolas, Piamonte, Maremma y Montalcino, con tres estilos de vinificación diferentes. En la casa Gaja hay tres bodegas y tres hijos. ¿Le tocará una bodega a cada uno de ellos? No, la bodega ha de permanecer siendo un todo. Aunque es verdad que los tres tenemos opiniones diferentes en cuanto a ciertas cosas, a pesar de ello estamos muy unidos. Además, hay dos reglas en la familia. Primera: si alguno de nosotros se casa, el cónyuge debe proceder de un ámbito profesional diferente. La segunda regla es que cada uno debe encontrar su lugar en la empresa sin pisarle los pies al otro. Cuando creces en una familia como la nuestra, el vino no sólo es una bebida, es toda una cultura, un estilo de vida. ¿Cómo ve usted su futuro personal? Sé que aún tengo mucho que aprender. Pero adoro el mundo del vino, con lo cual eso no supone ningún problema. Claro que mis hermanos y yo somos muy afortunados: mi padre ha creado un maravilloso nicho para nosotros que podemos llenar con nuestras ideas y nuestra personalidad. 150 aniversario de Gaja La familia Gaja está establecida en el Piamonte desde el siglo XVII. Giovanni Gaja fundó una bodega en Barbaresco en 1859; su nieto Giovanni, fallecido en 2002, convirtió el Barbaresco en uno de los vinos más famosos de Italia. Angelo Gaja entró a formar parte de la empresa en 1961 y empezó a vinificar sólo uvas de producción propia. En 1967, embotelló su primer vino de un solo viñedo, Sorì San Lorenzo. Siguieron otros cuatro crus, que desde 1996 firman como Langhe Nebbiolo DOC. Actualmente, la familia Gaja es propietaria de unas cien hectáreas de viñas en el Piamonte, parte de ellas en la zona de producción del Barbaresco, parte en la zona del Barolo. Allí hacen sobre todo vinos de Nebbiolo, pero también de Cabernet, Merlot y Sauvignon Blanc. En 1994, la familia compró la finca de 16 hectáreas Pieve S. Restituta, en Montalcino (en la Toscana), y en 1996 la propiedad de cien hectáreas Ca’ Marcanda, situada en la costa toscana, junto a Castagneto Carducci.