- Laura López Altares
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- 2019-05-30 00:00:00
'El día que murió Kapuściński' es la última novela del periodista Ramón Lobo, corresponsal de guerra eterno, un hombre de mirada irreverente con infinitas batallas a sus espaldas y las ganas de vivir intactas.
La novela, que rescata el oficio del corresponsal de guerra y ahonda en su soledad, ¿cierra un ciclo?
Sí, cierra el círculo que se abrió con Isla África [inspirada en sus vivencias en Sierra Leona]. Es un paso por la crisis del periodismo, cómo afecta a una serie de corresponsales; pero también una inmersión en este mundo, en la dificultad para tener relaciones, incluso entre nosotros. Sobre todo habla de soledad: no es que veas cosas que no puedas contar, es que ves cosas que a nadie le interesa que le cuentes. Y puedes caer en la melancolía, o ser consciente de que hay mucha gente que te regala su vida, sus historias. Y tienes la posibilidad de ver la Historia en acción.
¿Qué dirías a los estudiantes de periodismo que sueñan con cubrir conflictos bélicos?
Les diría que lo importante es soñar con ser periodista, y ya se verá dónde te coloca la vida. Creo que es fundamental soñar, pero hay que tener la inteligencia de cambiar de sueño: es más importante tener la capacidad de soñar permanentemente que cumplir los sueños. Es verdad que es un trabajo que tiene esa aureola cinematográfica, ¡aunque un poco exagerada! Tú das a la sociedad instrumentos para conocer lo que está pasando, que yo creo que es la mejor manera de reducir los miedos, la xenofobia. Y también es una forma de vivir muchas vidas en muy poco tiempo.
¿Hay algún denominador común en esa tribu de periodistas nómadas y adictos al peligro?
Pues me di cuenta de que sí había un patrón: la mayoría tenemos un problema en la infancia, casi siempre relacionado con la figura paterna. Ahí hay algo que tiene que ver con la autoestima, con la confianza, que quizá te lleva a hacer un trabajo “para que te quieran”, como decía Enrique Meneses. Yo he ido a guerras porque personalmente estaba en guerra (contra mi padre). La guerra era mi estado natural. La gente sensata puede ir a una guerra a ver qué es, pero repetir una y otra y otra vez es porque tienes una avería; si no, no es normal.
En este libro aparece un Ribeiro, Viña Meín. ¿En las 'trincheras' hay lugar para un buen vino?
A mí el vino siempre me ha gustado mucho, sobre todo los rieslings de Alsacia. En los países islámicos no era fácil conseguir vino, pero recuerdo una Nochevieja con una familia de Sarajevo: cenamos queso, jamón… y ellos compraron una botella de vino en el mercado negro que les debió de costar muchísimo. Cenamos cinco personas con esa botella de vino y fue un lujazo tremendo. Comprendí que esa botella era el punto de unión de su generosidad. Las personas que encuentras no solo te cuentan su vida… comparten lo que no tienen. Y esa botella representaba justo eso.
Entre periodismo y literatura hay una línea divisoria muy fina, ¿qué opinas al respecto?
Yo le dije una vez a Saramago: el periodismo y la literatura son en realidad dos orillas de un mismo río. Se quedó pensando y me dijo: ¡más quisierais los periodistas! (risas). Yo creo que sí, aunque el río es muy ancho y a veces no ves la otra parte… Pero sí, trabajamos con palabras, con emociones, con personas, con voces. Y para que el texto tenga vida tienes que implicarte. La diferencia es que nosotros trabajamos con realidad, en un periodo de tiempo corto y con un espacio limitado. Me gustaría hacer novela que no tenga nada que ver con periodismo, a ver si soy capaz…
¿Cuál es la lección más valiosa que te traes de tantas batallas y horrores? ¿De la guerra se sale?
Lo que aprendes es a valorar las cosas pequeñas. Y que el futuro no existe, aunque eso ya lo sabía hace tiempo. Pero vivimos en una sociedad que está constantemente pendiente del futuro. A veces se me olvida la guerra, claro que se me olvida, pero sí hay un recordatorio permanente de que las cosas importantes son muy pequeñas. Y son esas cosas pequeñas las que tú puedes manejar. Hay que intentar ser feliz, tratar de aprender de las cosas que te rodean, vivir. Yo creo que el mundo, como en Juego de Tronos, se divide entre los vivos y los muertos, y la mayoría de la gente está muerta…