- Redacción
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- 2016-03-10 15:49:56
En las estribaciones de los Montes de Toledo se asientan unos admirables viticultores que entienden el vino mucho más allá del propio viñedo, del excelente hotel y restaurante que ofrecen al visitante inquieto que se acerca hasta aquellos parajes.
Texto: Antonio Castillejo
En pleno corazón de la imprescindible Ciudad Real se yergue, justamente orgulloso, Pago del Vicario con 7.000 metros cuadrados de jardines, un amplio salón de conferencias, cursos de cata, logística para reuniones de empresa o inmersiones en el sensorial mundo del vino, un precioso y original hotel, un amplio y cuidado restaurante que se abre al universo infinito de Castilla-La Mancha y un viñedo ejemplar obra, todo ello, de los hermanos Barco.
Una parada ineludible para el buen aficionado al enoturismo amante de la vanguardia que respeta al mismo tiempo la imagen y la tradición a solo 9 kilómetros de Ciudad Real y a 600 metros de altitud, donde el río Guadiana suaviza con su paciente transcurrir el clima de este entorno privilegiado y le proporciona temperaturas suaves pero con importantes contrastes entre el día y la noche que influyen positivamente en la calidad de la uva para su vinificación, al igual que un terreno que aporta los tonos de sus pizarras, limos y arenas.
Y es que en Pago del Vicario nacen vinos tan importantes como el Agios -que en griego significa santo-, estrella de la bodega y de muy limitada producción del mejor tempranillo y garnacha tintorera, o sus no menos premiados Monagós, 50-50, Penta, Talva, 1500 H Pinot Noir, Petit Verdot Rosado, Blanco de Tempranillo, Go de Godello, Corte Dulce, Merlot Dulce, MEN de Mencía, MEN Selección, 1500 H Coupage o 1500 H Pinot Noir.
Ver, beber, vivir. En un entorno natural envidiable, el hotel de Pago del Vicario, junto a la bodega y a pocos metros del río, es el lugar ideal para degustar estos vinos sinceros y memorables tanto en sus habitaciones como en sus salones mientras se admiran las vistas del Guadiana.
Por si fuera poco, la bodega cuenta con su Club de Amigos del Vino, que ofrece a sus socios un tinto exclusivo, seleccionado por sus enólogos, así como el contenido de una barrica de roble, unas 300 botellas, que podrán disfrutar en casa o guardarla en la bodega para degustarla en el restaurante del hotel con vistas a la sala de barricas y al viñedo, armonizando una cocina de fusión entre tradición y modernidad donde manda el producto en platos como el ciervo en adobo de los Montes de Toledo, el brick de queso Villadiego con confitura de fruta, el pisto manchego con lomo al aceite templado o las gachas manchegas con crujiente de papada en adobo.