- Antonio Candelas
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- 2017-11-02 13:11:31
Cuna de escritores, pintores, dramaturgos y heroínas. Valdepeñas ha sido el epicentro de una rica actividad cultural que ha sabido exportar al mundo verdaderas historias de lucha y valentía. Muchas de ellas con el vino como protagonista.
S i paseas por Valdepeñas en una fresca mañana de otoño, cuando la vida aún se está desperezando, caes en la cuenta del cariño con el que la gente respeta y cuida sus propias señas de identidad. Toda la ciudad está salpicada de museos, monumentos y rincones que recuerdan a Juana Galán –La Galana– en su lucha contra los franceses en la Guerra de la Independencia, a la genialidad artística del pintor Gregorio Prieto, la maravillosa obra del dramaturgo Francisco Nieva o el genio del poeta Juan Alcaide. Todos ellos, embajadores de una tierra cuya sobria belleza alimenta la curiosidad de querer descubrir sus secretos más íntimos. En ese paseo no dejan de salir a tu encuentro multitud de bodegas urbanas que siguen desarrollando su actividad, como es el caso de la Bodega de las Estrellas, donde Karina y Dionisio elaboran vino con una filosofía muy particular. Para darla a conocer han desarrollado una serie de visitas enoturísticas en las que enseñan su filosofía de trabajo basada en el ecologismo y la influencia de los astros en el vino. Entre otras, se pueden visitar durante un agradable paseo por la población las bodegas de Miguel Calatayud, Arúspide o Megía e Hijos, en las que además de degustar sus vinos se pueden visitar las antiguas cuevas donde antaño se criaban los vinos acabados.
En otros casos, como en el de la Antigua Bodega de los Llanos, se ha aprovechado y restaurado el edificio para habilitarlo como restaurante. Su patio, donde se recibía antiguamente la cosecha, y la sala de tinajas han sido dispuestos con un gusto exquisito para poder disfrutar de la cocina valdepeñera. Otra opción es La Fonda de Alberto, con una oferta gastronómica tan amplia como su bodega: hasta 160 referencias entre las que, por supuesto, se presta especial atención a los vinos de la D.O. Valdepeñas. Y todo ello sin entrar en la Plaza del Ayuntamiento, donde la casi totalidad de los soportales que sostienen las coquetas balconadas pintadas de blanco y añil están atiborrados de tabernas donde poder ir de vinos y de paso picar algo para reponer fuerzas y continuar con la visita. Una visita que debe completarse con un alojamiento a la altura de lo vivido. En la ciudad podemos hospedarnos en el Veracruz Plaza Hotel & Spa si preferimos cuidarnos y relajarnos en un ambiente tranquilo tras disfrutar del ambiente valdepeñero. Si lo que queremos es seguir saboreando el carácter manchego, la opción más recomendable es la Hospedería Museo Valdepeñas, construida sobre una antigua bodega y con un patio interior que hará las delicias de aquellos que se dejen caer por allí con buen tiempo.
Con el paso de los años, Valdepeñas mantiene la aureola de la gran ciudad de vino que llegó a ser a mediados del siglo xix gracias al impulso industrial que experimentó el sector y a la elevada demanda de vino que había desde Francia por culpa de la Filoxera. La cumbre del éxito se alcanza cuando el ferrocarril llega a la ciudad dinamizando de esta forma la distribución de vino hacia Madrid y hacia los puertos marítimos más importantes que permitiría internacionalizar los destinos. En esta época se llegó a decir que Valdepeñas era la bodega de la capital por la fama que adquirieron sus vinos en las tabernas madrileñas.
Hoy la Denominación de Origen valdepeñera es la encargada de proteger e impulsar el territorio vitícola y sus elaboraciones. La región tiene 22,000 hectáreas de viñedo ubicadas justo antes de entrar en la bella Sierra Morena y aun conservan algunos de los mejores majuelos viejos de Cencibel (Tempranillo manchego) que hay en muchos kilómetros a la redonda y que no se debe dejar de enseñar y de aprovechar con esmero el excelente fruto que regalan cada añada al viticultor.
Valdepeñas bien merece una visita por el paisaje que la rodea, por los ilustres personajes que ayudaron a escribir su apasionante historia y por el vino que allí se elabora, que entre otras misiones, se encarga de cuidar al visitante que acude con la intención de llenar la copa que saciará su sed y alegrará su espíritu mientras dure la estancia.